El país conoce la obra de monseñor Agripino Núñez Collado, sus aportes a nuestra democracia, educación, paz social e institucionalidad. Fue nuestro mediador por excelencia y quien encontraba soluciones cuando todo parecía perdido.

Hoy nos ha dejado ese gran hijo de Dios, quedando la patria de luto, en especial nuestra ciudad de Santiago de los Caballeros. Aprovecho para resaltar una de sus facetas quizás menos conocida: su apoyo al ajedrez dominicano.

La PUCMM, durante décadas, bajo el rectorado de monseñor (el título de “monseñor” era sinónimo de Agripino) fue la universidad que más apoyó el juego-ciencia, donde se celebraban torneos periódicamente y los ajedrecistas destacados eran becados.

Resalto dos. En el año 1974 la entonces UCMM fue sede del Campeonato Nacional de Ajedrez por Equipos, con la participación de más de 100 equipos de todo el país, algo inigualable en nuestra historia. Allí se contó con el apoyo entusiasta de quien era Decano de Estudiantes, el también desaparecido y siempre recordado Adriano Miguel Tejada.

En el año 2011, siendo un servidor presidente de la Federación Dominicana de Ajedrez, monseñor apoyó en la alta casa de estudios la celebración del Campeonato Zonal 2.3, con la presencia de los mejores ajedrecistas de la zona, incluyendo Cuba, México, Colombia y Venezuela. El ganador fue Lenier Domínguez, quien hoy es uno de los mejores del mundo.

En ese torneo el rector y yo conversamos mucho sobre ajedrez y la importancia de que se impartiera de manera obligatoria en las escuelas y colegios. Monseñor conocía los beneficios que recibían los estudiantes cuando practicaban ajedrez, sobre todo en el desarrollo de la capacidad intelectual y de las habilidades de inteligencia emocional, pues  constituye una herramienta para el avance del coeficiente intelectual y del rendimiento escolar.

De igual manera, tratamos el tema de la atención y concentración, ya que el ajedrecista debe mantener un altísimo grado de concentración y atención durante el juego, lo cual se llega a manifestar en otras áreas de su vida. Por igual, continuamos, promueve el análisis y síntesis, pues el ajedrecista se enfrenta en cada jugada a múltiples opciones y a la necesidad de contrarrestar las amenazas del contrario. Esto implica que deba analizar varias respuestas y buscar la más apropiada.

Consideramos que el juego-ciencia ayudaba a la memoria, debido a la multiplicidad de variantes que se calculan en cada jugada; a la resolución de problemas y toma de decisiones bajo presión; a la creatividad e imaginación y al razonamiento físico-matemático, entre otros aspectos. El diálogo fue interesante, demostrando monseñor que era un experto en la materia. Paz al alma de monseñor. La piezas del ajedrez también están tristes.

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