Monseñor Freddy Bretón Martínez • Arzobispo Metropolitano de Santiago de los Caballeros        

Cuando apenas comenzaba el Internet en Santo Domingo, no recuerdo el año, instalé una línea telefónica individual en mi habitación en el Seminario Santo Tomás de Aquino para instalar Internet dial up. Así lo hice; cuando comencé a usarlo, de las primeras cosas que me aparecieron fue la imagen de Virgen del Movimiento de Schöenstatt, de manera que la guardé para mostrársela al Padre Fausto Mejía. Pero aquello era demasiado lento, por lo que me desanimé pronto y lo retiré. Cuando me destinaron a Baní, la línea telefónica quedó para Mons. Vinicio Disla.

Cuando llegué a Baní, estas cosas estaban increíblemente atrasadas todavía; casi nadie sabía de computa- doras. Pasé trabajo buscando un técnico que me instalara un scanner (no se olvide que entonces, entre otras cosas complicadas, había que insertar una tarjeta en el CPU); encontré uno y no supo hacerlo, por lo que aprendí a instalarlo. Luego las cosas comenzaron a caminar y, aun con un precario servicio de Internet, comencé a funcionar.

Mi primera compra por Internet fue a una floristería, en Santiago. Les compré un arreglo floral para Sor Car- men Dolores Díaz, con oca- sión del día de las madres. Quedaron de llevárselo a la Casa Central, en La Junta de los dos Caminos, en el mis- mo Santiago. Pero la tal compra, aunque fue pagada, no fue entregada. En esos mismos días tenía yo que ir a esa ciudad, y llegué directa- mente a la floristería. No tenían ninguna excusa, pero se comprometieron a entre- gar el arreglo; total, era a unas cuadras del mentado negocio floristero. Gracias a Dios que cumplieron. Ya había pasado el día de las madres, pero las flores sir- vieron para la madre de Sor Carmen, que falleció en esos días.

Las cosas han adelantado, pero cuando oigo hablar en el país de la era digital como si entre nosotros fuera un hecho consumado, no dejo de sorprenderme. La dificultad de la energía eléctrica es todavía muy fuerte; el que puede tiene su pequeño inversor, pero a saber si hay tiempo de energía suficiente para cargar las baterías. Lo cierto es que, a pesar de esas dificultades, mucha gente accede a la red. Y yo mismo he resuelto muchas cosas por ese medio (incluso consultas a Roma).

He insistido especialmente a los Sacerdotes y Diáconos para que en la medida de lo posible tengan su cuenta para correo electrónico, pues es mucho más fácil enviar comunicaciones y materiales por esa vía.

Hemos confeccionado una humilde página web de la Diócesis (diocesisdebani. org). Ni siquiera he querido ponerle Contador de Visitas, para no decepcionarme. Pero me ha dado una gran satis- facción. Hace tiempo me pidieron de España materiales sobre la devoción a la Virgen de Regla en Baní, y no pude complacerlos; habría que reunir materiales y enviarlos por correo. Hace poco me han pedido lo mismo desde Madrid para un estudio histórico y bastó con enviarle un enlace (link) para que tomen de nuestra página web el material que deseen, pues hemos coloca- do bastantes cosas.

En el 2009, solo por monería, inicié una cuenta en Facebook; ni sabía bien para qué era eso. Ya se sabe lo qué pasó luego con esa red social. Yo entré a mi cuenta, subí alguna foto y casi nada más. Me reactivé recientemente y ya son casi cuatro mil amigos, y un buen grupo de ellos espera las lecturas diarias de la Misa, algún texto patrístico que suelo colocar y otras cositas. Una verdadera esclavitud para mí, pero creo que llevadera. De la misma tableta en donde rezo la Liturgia de las Horas coloco las lecturas y el texto patrístico en Facebook (solo que cuando celebro la Eucaristía y hago las lecturas de la tableta no puedo dar el beso al libro del Evangelio, pues es pantalla táctil; se lo doy un poco de lejos). Compartiendo la palabra de este modo, me siento un poco como padre de familia antiguo, que reparte de lo que come. (Tengo también cuenta de Twitter, pero casi inactiva).

En Facebook me he encontrado con personas de las antiguas parroquias en las que trabajé, con familiares en países extranjeros, compañeros de Seminario, sacerdotes y hasta algún obispo, antiguos alumnos… ¡Cuánta gente! En ese sentido, ha sido muy gratificante para mí.

Pero me ha complicado bastante la vida, sobre todo con las consultas sobre te- mas variadísimos y a veces complejos (asuntos bíblicos, temas doctrinales, fechas de actividades, problemas de parejas, inquietudes vocacionales…). Normalmente respondo; otras veces lo que hago es referirlos a los sacer- dotes de sus parroquias; a menudo son de otras diócesis o de otro país.

Es un fenómeno que no podía imaginar(como decía alguien: “esta clase no me la dieron en el seminario”). Suelo decir en broma que, en cuanto a mí, a la Diócesis de Baní, se le ha añadido la de Facebook…

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