Se fue mayo dejando atrás cientos de familias que vieron aumentar su estado de pobreza a causa de las lluvias caídas durante este mes. Hacía varios años que no veíamos ríos, arroyos y cañadas desbordados al extremo de arrastrar todo lo que encontraban en su camino.

Sus caudales dejaron viviendas destruidas, puentes que se fueron,  familias desplazadas que han encontrado refugio en personas solidarias. A la lista sumamos los daños en la agricultura, acueductos colapsados, carreteras y caminos destruidos. 

Ante esta realidad, nos toca multiplicar la solidaridad con aquellos que atraviesan por días difíciles. Para rehacer su vida necesitan del apoyo permanente de los sectores público y privado. 

Cuidado con llegar sólo a la hora del desastre, y luego olvidarse de que estos hermanos nuestros viven en condición de vulnerabilidad permanente. 

Evitemos que la pobreza de tantas familias, ahora agravada por los efectos de las lluvias caídas, se transforme en un estado permanente. Cuidado con la indiferencia ante el dolor de los demás. 

Evitemos que continúe aumentando el número de damnificados, que vendrían a sumarse a los que por años mantienen la esperanza de volver a tener parte de lo que perdieron, sobre todo su techo.

Se necesita más trabajo, y menos protagonismo. La causa lo exige.