No solo lectura

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Corremos el peligro de acercarnos a la Biblia para realizar una lectura horizontal…

Septiembre, Mes de­dicado a la Biblia. En este mes, la Iglesia nos invita a tener una ma­yor sintonía con la Pa­labra de Dios. Dedicar este mes a la Sagrada Escri­tura tiene una in­tención pedagógica-espiritual: provocar que los cre­yentes po­da­mos organizar y hacer posible el escenario y compartir algunas acti­vidades que permitan el acerca­miento a la Biblia para que su mensaje sea más conocido y se convierta en el eje vertebrador de toda la acti­vidad pastoral de las comunida­des. Ahora bien, ¿cómo acercar­nos a la Palabra de Dios? Existen mu­chos métodos y la Igle­sia nos recomienda un modo muy peculiar que es a través de la Lectio Divina, o lectura orante de la Pala­bra.

El Papa Emérito Benedicto XVI nos dice al respecto: “Si se promueve esta práctica con eficacia, estoy convencido de que produ­cirá una nueva prima­vera espiritual en la Iglesia”. En este sentido, nos acercamos a la Biblia no como objeto de estudio científico sino para descubrir en ella la dimensión espi­ritual del texto. Hay que conocer, pero hay que vivir, y la Biblia antes de ser escrita y ser objeto de estudio, la Biblia es un libro de fe.

Hoy, corremos el peligro de acercarnos a ella para realizar una lectura horizontal, como si fuera un simple libro histórico o de lite­ratura. En lo perso­nal, creo que es nece­sa­rio una espiritualidad bíblica, que permita al cre­yente redescubrir su historia a través de la Palabra. Dicho de otro modo, necesitamos un acercamiento sabroso a la Palabra de Dios. Un acercamiento de tipo experiencial, no tanto y solo intelectual.

¿Para qué una espi­ritualidad bíblica?

El Papa Emérito Be­nedic­to XVI da respuesta a esta pregunta: “De­be­mos ejercer la lectio di­vina, escuchar en las escrituras el pensa­miento de Cristo, aprender a pensar con Cristo, a pensar el pensamiento de Cristo y, de esta manera, tener los pensa­mientos de Cristo, ser capaces de dar a los demás también el pensamiento de Cristo y los sentimientos de Cristo”.

Esta comunión de pensamiento no es algo meramente intelectual, sino también una co­munión de sentimientos y de voluntad, y por tanto también del obrar. Eso significa que debemos conocer a Jesús de un modo cada vez más personal, escuchándolo, viviendo con él, estan­do con él. Debemos escucharlo en la lectio divina, es decir, leyendo la Sagra­da Escritura de un mo­do no académico, sino espiritual. Así aprende­mos a encontrarnos con Jesús y ha­blar con Él. Debemos razonar y re­flexionar, delante de él y con él, en sus pala­bras y en su manera de actuar. Para lograr en­trar en diálogo con Él, la lectura de la Sagrada Escritura ha de ser siempre oración, debe brotar de la ora­ción y llevar a la ora­ción.

Para crecer en el co­no­cimiento de Cristo y en amistad con Él, propo­nemos la lectio divi­na. ¿Qué es y en qué consiste? La ex­presión la­ti­na Lectio Divina quiere decir “lectura guiada por el Espíritu de Dios”, esto es “lectura en el Espí­ritu Santo”.

La actuación del Es­píritu Santo le da originalidad a esta ma­nera de aproximarse a los textos y la distingue de otras formas de lectura: se trata ante todo de una experiencia de Dios, del Dios de la re­velación bíblica cuya Palabra culmen es el Verbo hecho carne, Jesús de Nazaret.

El mismo Espíritu que inspiró las páginas de la Escritura, acompaña también ahora al lector para que comprenda a fondo cada página per­cibiendo el “hoy” de un Dios que le habla a su corazón, a su comuni­dad, a su pueblo. Es así como Él nos conduce “hasta la verdad completa” (Juan 16,13).

La Lectio Divina es una lectura dialogal y por eso es “orante”. La Palabra escrita es un medio que nos lleva hasta el encuentro vivo, personal, profundo con el Señor de la Palabra. En la relación viva con Él hacemos Alianza: nos acogemos mutuamente, nos en­tre­gamos completamente y nos compro­metemos con fidelidad. Y, según la lógica bí­blica, esto mis­mo se traduce en relaciones de calidad con los hermanos y nos lleva a la formación de comuni­dades fraternas y solidarias, el Pueblo de Alianza deseado por Dios. Así se hacen verdaderas las Palabras del Profeta: “Pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (Jeremías 31, 33). También las de Jesús: “Si permanecéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoce­réis la verdad y la verdad os hará libres”, (Juan 8,31-32). Igual­mente estas otras de Pablo: “Sois una carta de Cristo, re­dactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíri­tu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en ta­blas de carne, en los corazones” (2 Cor 3,3).

Esta experiencia de la Palabra, proyecta y dinamiza el seguimiento de Jesús. De hecho “las ovejas le siguen porque conocen su voz” (Juan 10,4). Ya hemos señalado lo que es, ahora la pregunta: ¿cómo ejercitarnos en este itinerario espiri­tual a través de las Sa­gradas Escrituras? Pre­sentare­mos los si­guientes mo­mentos de este modo orante de la Palabra. Antes de en­trar en los cuatro mo­vimientos de la lectio divina, quiero hacer énfasis en lo si­guiente: no hay lectura orante sin la presencia del Espíritu Santo. Por ello es necesario la in­voca­ción. El Espíritu de Cristo es el asistente del lector-orante y por eso lo invocamos.

  1. “Buscad leyendo” (Primer movimiento). La lectura y el estudio del texto esco­gido es la base de la Lectio Divi­na. Se trata de lectura objetiva, cuidadosa, hu­milde, siendo cons­cientes de nuestra ignorancia y de nuestra ne­cesidad de ella. Es este el primer paso, se trata de dar respuesta a una pregunta ¿Qué dice el texto?
  2. “…Hallareis me­ditando” (Segundo movimiento). En este se­gundo movimiento in­terior, la Palabra de Dios se vuelve nuestro espeso. No solo habla­mos del texto, sino que integramos la vida al texto. Para hacer nuestra meditación nos de­jamos orientar por la pregunta clave: ¿Qué me dice el texto?
  3. “Llamad orando” (Tercer movimiento). La oración brota es­pon­táneamente de la meditación. La oración es llevar hacia fuera por medio de los labios el grito de nuestro co­razón quemado por la Palabra. Si en la medi­tación la pregunta cla­ve es ¿Qué me dice el texto? La oración es respuesta a la palabra meditada, y res­ponde­mos guiándonos por la siguiente pre­gunta:

¿Qué me hace decir el texto?

  1. “…Os abrirán contemplando” (Cuar­to movimiento). La contemplación es la oración en toda su pu­reza y más alta calidad. Es el reco­nocimiento de la venida de Cristo a la vida del orante. Lo que inicia­mos en lectura, se ha convertido en ejercicio espiritual.

Practiquemos la Lec­tio Divina, acer­qué­monos a la Palabra sintiéndonos ham­brientos de ella, para que se rea­lice en noso­tros el “de­seo” profundo del Apóstol Pablo: “¡Hijos míos!, por quienes sufro dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vo­sotros” (Gálatas 4, 19).

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1He seguido en par­te el material recibido en un taller de Lectio Divina para Semina­rios Mayores de la re­gión de las Antillas Santo Domingo, 22-26 de septiembre 2008, Consejo Episcopal Latinoame­ricano – DEVIM-OSLAM / CEBIPAL

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