Mundanidad espi­ritual

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. Del baúl espiritual del papa Francisco es la frase “mundanidad espiritual” dirigida a gente creyente y de Iglesia, cosa que debe­riá hacer mucho pensar para liberarse de esa vanidad y falsedad. “La mundanidad espiritual, – dice el Papa- que se esconde detrás de apa­riencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal. … Toma muchas formas, de acuerdo con el tipo de personas y con los estamentos en los que se enquista. Por estar relacionada con el cuidado de la apariencia, no siempre se co­necta con pecados pú­blicos, y por fuera todo parece correcto. Pero, si invadiera la Iglesia, «se­ría infinitamente más desastrosa que cualquie­ra otra mun­da­nidad sim­plemen­te mo­ral». Evan­gelii Gau­di­u­m,­ 93.

 

No puede ser. La re­ciedumbre familiar, la mostrada inteligencia y la honorabilidad del cargo, no lo permiten. Que el presidente de la Junta se permita decir, con ironía, que… “En lo que tiene que ver la auditoría, y al logaritmo, se tiene que hacer un análisis del código para que se determine lo que nosotros ya sabemos y es que eso no tiene logaritmo ni método del ritmo.” No puede ser.

 

Un balance. ¿Y cuál es el balance de este pasado proceso electoral? Casi lloro y me aver­güenzo. Un máximo esfuerzo por conquistar el poder. Una inversión en tiempo y recursos económicos. Un dispen­dio de palabras y ver­güenzas. Una diversión de causas de mayor importancia: honestidad, transparencia, justicia, educación, salud… y democracia. ¿Somos más demócratas?

 

La historia habla. El fragor del combate, con frecuencia, nos im­pide ver hacia atrás, observar la historia y sacar lecciones. Las lu­chas internas, las di­vi­siones de las dirigencias políticas es frecuente, casi común o subyacente a nuestros procesos polí­ticos. ¿En qué casos, por ejemplo? En el siglo XIX, San­tana y Báez, Heureaux y Lu­perón. Y en el XX.

Horacio Vásquez, que llevó a la presidencia a Juan Isidro Jime­nes en 1900 y en 1902 le dio un golpe de Esta­do que provocó una división política entre bolos y coludos que duró hasta 1930, que malgastó di­nero, costó sangre y no produjo na­da. ¿Otro? Estrella Ure­ña y Tru­jillo en 1930. Ureña se prestó para llevar a Trujillo al poder y terminó siendo despla­zado y abochornado ¿Y más? Fran­cisco Augus­to Lora fue el sostén del Partido Reformista que llevó a Joaquín Bala­guer al poder en 1966. Él creyó que sería candidato en las elecciones de 1970 y terminó afue­reado. No digamos el PRD entre Bosch, Peña, Guzmán, Jorge Blanco y Majluta. Lo de ahora, Fernández y Me­dina nos es ya conocido y esperamos poco.

 

La Junta. La mayoría de los dominicanos está consciente que se debe cuidar y proteger la Jun­ta Central Electoral. Antes del 6 de octubre monseñor Agripino Núñez, venido desde el silencio, ha pedido que la Junta “como árbitro y órgano responsable del montaje de las eleccio­nes… debe estar ro­dea­da de toda la con­fianza de los partidos políticos del sistema y de la po­blación en sen­tido general, porque de no ser así no es buena señal.” Ella es garante de la trasparencia de los procesos, juez en el conteo de votos y pro­clama­­ción de vencedo­res. Pero en casi todos los procesos la Junta se pone en entredicho. La Junta ha quemado a mucha gente honesta que ha aceptado participar de ella. Procesos opacos, desbalance de palabras, palabras que van y que vienen… y en el largo plazo se cierne la sospecha.

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