Monseñor Francisco Panal: Su valentía profética en tiempos difíciles

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Séptima entrega

 

Continuaba su célebre homilía Monseñor Panal en presencia de Trujillo:

 

Las necesidades apremiantes de vuestro pueblo, lo mismo que sus penas, ya vos las conocéis sobradamente; pero no está de más que os las recuerde con vuestra venia para que aviven y enciendan más vuestros deseos de remediar las primeras y consolar las segundas, según tenéis vieja costumbre, que Dios guarde y afiance cada día más.

Lo primero y principal que necesita una gran porción de habitantes de estas y otras ciudades y lugares, es: trabajo honesto y apropiado a cada uno, y lucrativo de los medios indispensables para su subsistencia. Vuestra preclara inteligencia descubrirá el medio de corregir esta vital necesidad. Tal vez aliviaría muchas penurias de esta índole, la instalación de pequeñas, medianas y grandes industrias apropiadas y hacederas. Lo mismo podría lograrse distribuyendo equitativamente entre un número mayor de empleados la ayuda que presta el Estado en la forma ordinaria de Sueldos.

Otra imperiosa necesidad que urge realizar presto, por motivos de moral y de salud, es la de proveer de sencillas e higiénicas casas o viviendas a las innumerables familias que pululan por las extremidades de la ciudad y los campos, llenas de harapos y de miserias. Tal problema, tan importante como urgente, quizás podría solucionarse en parte construyendo diversas barriadas de viviendas, sencillas y más baratas aún que las que vienen construyendo, pero higiénicas y apropiadas a las necesidades de los pobres.

Una tercera necesidad se impone remediar con premura, en favor de miles de necesitados; la alimentación de millares de pobres, que no la tienen, por lo menos la necesaria para cada día. Lo mismo, que es necesario de toda urgencia vestir al mínimo siquiera a los innumerables pobres que publican con sus guiñapos su extrema pobreza y la mezquina caridad de los demás, que pueden y no hacen nada para vestir al desnudo. También en este campo se puede hacer algo y mucho en favor de los necesitados, estableciendo cocinas y roperos económicos ya que no es posible fundarlos gratuitos al alcance de la masa más pobre.

Para este fin la Iglesia Católica ofrece sus mejores servicios desinteresadamente, y los pone a disposición del Gobierno. En fin, podría ayudarse mucho a los pobres liberándolos de pagar algunos impuestos fiscales, que no soporta su posición económica.

Las penas que aquejan duramente a muchos de nuestros hermanos de Patria y de Religión… son también vuestras, Excmo. Señor; lo sabemos bien, por lo mismo es que nos atrevemos a suplicaros que hagáis un esfuerzo mayor, supremo, para llevar el consuelo y la alegría perdida a tantos corazones, que la necesitan para vivir como seres humanos y cristianos.

Aún hay muchos que sin duda justamente padecen prisión o destierro; pero acordaos que vuestra compasiva generosidad no ha encontrado jamás valla cerrada o infranqueable en tantas otras ocasiones pasadas; vuestro corazón ha sobrepujado y vencido a la misma justicia; y si de ningún modo pudiera haber al perdón completo, al menos que lo haya para la misericordia con estos desgraciados hermanos nuestros, y que sean tratados no como lo exige quizás la justicia, sino más bien como lo reclama la caridad de Cristo, que quiso padecer tormentos indecibles, para que no sufriéramos nosotros los tormentos eternos.

Otras penas más laceran el corazón de incontables hermanos nues­tros, producidas por necesidades imperiosas, que ya conocéis bien; corregidas las cuales desaparecerán como por encanto su secuela de martirios acerbos y prolongados.

¿Qué nos resta añadir a estas breves pero sentidas palabras de salutación, pronunciadas en ocasión de vuestra visita honrosa a esta Ciudad e Iglesia Catedral de la Vega? Nos falta por decir lo principal, lo que constituye la esencia de todo acto religioso, máximo de este, que posee todas las características de un acto solemne, público, comunitario, oficial de la Iglesia.

 

Continuará en la próxima entrega.

 

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