Monseñor Emmanuele Clarizio. Conciliador eficaz en nuestras desavenencias patrias.

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Decimoprimera  parte

 

Con la presencia y bendición del Cardenal de Santiago de Chile Raúl Silva Henríquez, delegado pontificio al Congreso Mariológico, fueron inauguradas y bendecidas el día 24  de marzo de1965 las primeras 30 casas de un total de 180 que formarían parte del proyecto Villa Nazaret, una iniciativa promovida por Monseñor Clarizio junto a Monseñor Pepén, situada  en la parte noroeste, frente al hospital de Higuey , destinado a familias pobres de aquella demarcación.

El referido proyecto había sido elogiado por el Papa Pablo VI, quien al propio tiempo realizó para el mismo dos aportes ascendentes a la suma de $20, 000.00.

En la ocasión y con la presencia y bendición del Prelado visitante, fue bendecido también el altar mayor de la Basílica Nuestra Señora de la Altagracia, entonces en proceso de construcción.

En las palabras pronunciadas durante el acto, se refería Monseñor Clarizio a la Basílica “ como un milagro de equilibrio artístico y técnico, que alza al cielo su arco como símbolo de la plegaria imponente de todos los dominicanos y cuyos granos de cemento tienen el ritmo de un verso y la cadencia de una oración…ese templo es un homenaje al Señor en cumplimiento del primer mandamiento divino: ¡amarás al prójimo!”.

Definiría a villa Nazaret como “la semilla que empieza a fructificar, semilla de amor fraterno, primicia prometedora de una primavera espiritual en que, al rezar el Padre Nuestro, no sólo diremos “Padre” con amor, sino también “nuestro”, pensando que todos somos íntimamente hermanos. Villa Nazaret, amor fraternal hecho hogar para los que no tienen y quisieran tenerlo. Con estas casas queremos cumplir el segundo gran mandamiento: amor al prójimo”.

“Hoy, Señores, estamos asistiendo en el mundo a una transfiguración de la Iglesia, que dejando todo quietismo, se hace profundamente vital, dentro de nuestro mundo, de este pobre mundo en que tantos tienen hambre y no tienen casa, de este pobre mundo en que tantos quieren poder ser hombres, para luego poder ser más cristianos”.

Era un esfuerzo de plasmación del espíritu renovador del Concilio Vaticano II y los nuevos lineamientos del magisterio social de la iglesia hechos manifiestos en las encíclicas “Pacem in Terris” y “ Mater et Magistra” del Papa Juan XXIII.

 

Era un contexto de despertar eclesial, político y social.  Los jóvenes de la Juventud Obrera Católica, dirigida entonces por José Enrique Trinidad y asesora por el destacado sacerdote jesuita Padre Fernando Arango, cursaron invitación al Cardenal Silva Henríquez a visitar el sector de Gualey.

Era una forma muy sutil de llamar la atención en torno a una realidad muy distinta, de marginación y pobreza, diferente al boato exhibido por el triunvirato que, tal como se indicara en anterior entrega, procuró obtener ventaja política de los congresos mariano y mariológico a fines de realzar su maltrecha imagen pública.

En recepción ofrecida en el Palacio Nacional, Donald Read y Ramón Cáceres Troncoso, condecoraron a los Cardenales Silva Henríquez, Benjamín de Riva y Castro, Arzobispo de Tarragona, España; José Humberto Quintero, Arzobispo de Caracas y Maurice Roy, Arzobispo de Québec.

La Parroquia San Juan Bosco, de Santo Domingo, fue la sede del encuentro de confraternidad de juventudes católicas, organizado la última semana de marzo de 1965 por jóvenes líderes del ámbito universitario y laical con el propósito de expresar, ante el delegado pontificio, el nuncio papal y demás autoridades eclesiales, su sentir y su visión respecto a la marcha de la iglesia y la realidad sociopolítica de la República Dominicana.

En la próxima entrega se abordará en detalle lo expresado por los oradores participantes en aquel memorable encuentro.

 

Continuará.

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