Lecciones y balances de un año difícil

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Hoy es el último domingo del año 2020. Ocasión propicia para la reflexión profunda y sosegada, pues como apuntáramos en nuestro artículo de la pasada semana, nos ha tocado vivir un “año singular” e inédito, como jamás pudimos imaginar, signado por la emergencia de una pandemia de alcance planetario, la cual ha desafiado los más racionales cálculos y alterado todas las agendas.

Desde la particular situa­ción y posibilidad de cada uno, es saludable siempre tomar un tiempo de calidad para repasar las incidencias de un año que concluye; ejercitar la sana actitud auto­crítica que nos permita toma conciencia de los errores a enmendar y, muy especialmente, desde la serenidad y sinceridad del corazón, hacer un repaso de tantos motivos por los cuales, en actitud agradecida, hemos de doblar las rodillas ante nuestro Dios, que siempre magnánimo y providente, nos sorprende a cada instante con nuevas y constantes manifestaciones de su amor a través de la compleja diversidad de personas y situaciones que tocan nuestra existencia.

En preparación para nuestra necesaria meditación de fin de año, comparto algunas de esas reflexiones que el transcurrir del año 2020, ya en declive, nos ha ido suscitando, esperando las mismas sirvan de ayuda idónea para quienes se dispongan con provecho a tan recomendable balance.

 

1.- Aprender a convivir con la incertidumbre.

Parece algo tan obvio, pero no lo es. Estamos acostumbrados a lo predecible. Y no se trata de que ahora nos volvamos alérgicos a todo lo que signifique planificar y precaver, pero si algo ha puesto en evidencia la terrible pandemia que nos abate, es la fragilidad  y limitación de nuestras previsiones.

En el año 2007 causó  una enorme sensación en el mun­do científico un libro escrito por un destacado matemático libanes, profesor en la Uni­versidad de Massachusetts, Nassim Nicholas Taleb. El referido libro lleva el sugerente título de “El cisne ne­gro”, dedicado a analizar, con base en diversos ejemplos y análisis históricos, desde la primera guerra mundial, la denominada “gripe española” del 1918 o los terribles atentados del 11 de septiembre del año 2001, cómo lo que parece “improbable” e incierto puede impactar de forma determinante el curso de la historia y nuestra trayectoria vital.

El titulo se basa en la erró­nea idea existente en el mundo occidental hasta el siglo XVIII, conforme la cual todos los cisnes eran blancos, hasta que en 1697, colonos ingleses provenientes de Australia, vinieron con un gran cargamento de cisnes negros, hecho causante de una enorme conmoción en quienes se creían poseedores de la verdad incontrovertible.

Pero no habría necesidad de remontarse a tan encumbrados vuelos científicos, para comprender lo que  en sencilla clave evangélica quiso Jesús enseñarnos hace más de dos mil años con la parábola del “rico insensato” (Lucas 12: 13-21). Idolatró la riqueza de tal modo que convirtió en fin lo que apenas es un simple medio. Confundió la naturaleza de cuál era el verdadero bien, dando categoría de absoluto a lo que de por si es mudable e inconsistente, ignorando que esa mis­ma noche le pedirían cuenta de su vida.

Que al término de este año, volvamos a tomar conciencia de que somos criatu­ras sujetas a lo incierto. Que sólo Dios tiene la palabra definitiva sobre nuestra vida y nuestro mundo. Y que esta saludable actitud de convivir con la incertidumbre nos haga más humildes; más abiertos y dispuestos a confiarnos y abandonarnos en la confianza plena en su amor.

 

2.- Aprendamos a valorar el milagro de las cosas sencillas  y ordinarias.

Cuántas veces hemos buscado a Dios en lo extraordinario, ignorando que la forma preferente de mostrarnos su amor es en aquellas cosas y realidades habituales y simples. La pandemia nos ha mostrado el valor de un abrazo, la importancia de expresarle a los nuestros un “te quiero” oportuno; la sabia actitud de no postergar los propósitos nobles. En fin, a valorar el presente y cuidar los detalles.

 

¡FELIZ Y BENDECIDO 2021 PARA TODOS!

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