La noche de la liberación se les anunció de antemano a nuestros padres, para que tuvieran ánimo, al conocer con certeza la promesa de que se fiaban. Tu pueblo esperaba ya la salvación de los inocentes y la perdición de los culpables, pues con una misma acción castigabas a los enemigos y nos honrabas, llamándonos a ti. Los hijos piadosos de un pueblo justo ofrecían sacrificios a escondidas y, de común acuerdo, se imponían esta ley sagrada: que todos los santos serían solidarios en los peligros y en los bienes; y empezaron a entonar los himnos tradicionales. (Sabiduría 18, 6-9)

El libro de la Sabiduría es probablemente el libro más tardío del Antiguo Testamento, algunos estudiosos llegan a datarlo hacia el año 30 a. C., en Alejandría (Egipto). Su autor no sabemos quién fue. Solo podemos decir que se trataría de un judío de la diáspora de Alejandría. Posiblemente un hombre muy ilustrado, conocedor tanto del alma y tradición judía como de la cultura griega. Se trata por consiguiente de un judío inculturizado en el mundo cultural de su época. Estaríamos ante “un sabio judío que enriquece y actualiza la “Sabiduría” israelita-judía con ayuda de la cultura griega, al mismo tiempo que dialoga con esta. Debía ser todo un ‘maestro espiritual’.” (J. Vílchez)

El libro podría dividirse en tres partes principales: la primera trata del destino humano o la suerte de los justos y de los impíos (caps. 1-5). En esos capítulos el autor se empeña en mostrarnos a un Dios que hace justicia y salva a los que han sido justos y han confiado en Él en esta vida. La segunda está centrada en la figura del rey Salomón, quien busca y pide la sabiduría (caps. 6-9). El rey elogia la sabiduría y aconseja adquirirla a los gobernantes y poderosos de la tierra.  La tercera parte describe la acción de la sabiduría en la historia, haciendo especialmente un repaso de los momentos centrales de la historia de Israel (caps. 10-19). Se trata de una relectura libre de la historia de Israel al estilo midráshico, propio de los maestros judíos. En el último versículo de esta sesión, y obviamente de todo el libro, aparece lo que podríamos considerar la tesis orientadora de todo el escrito: “En todo, Señor, engrandeciste y glorificaste a tu pueblo, y no dejaste de asistirlo nunca y en ningún lugar”. A esta sección corresponde el texto que se nos ofrece como primera lectura en la liturgia de este domingo.

“La noche de la liberación…”. Así comienza nuestro texto bíblico. Forma parte de una sesión más amplia contenida en la tercera parte del libro de la Sabiduría, que abarca los versículos del 5 al 19, del capítulo 18. ¿A qué noche se refiere? Sin duda, a la noche memorable de la Pascua, noche que simbolizó la liberación del pueblo de la esclavitud en Egipto. Como primera lectura de este domingo solo se nos proponen los versículos del 6 al 9, que recuerda que aquella fue una noche de salvación para Israel, dejando de lado el resto del texto (vv. 10-19), que refiere a que se trató de una noche funesta para los egipcios. “Con una misma acción castigabas a los enemigos y nos honrabas”, dice nuestro texto. En total serán siente antítesis comparativas las que utilizará el autor para resaltar la justicia que Dios hizo a los israelitas antiguos, frente a sus opresores egipcios. Estamos, entonces, ante un recuerdo nostálgico de una noche que marcará para siempre la historia de Israel.

En efecto, en esas breves líneas, el autor intenta revelar lo trascendental que fue aquella noche para el pueblo hebreo. Es la noche que hará de Israel un pueblo libre, consagrado a Yahvé. Libertad y consagración son dos categorías fundamentales en los inicios de la historia del pueblo de la Biblia. Israel pasa de ser un pueblo subyugado por el poder egipcio a ser propiedad de Yahvé, su Dios. Es liberado para que luego tome la libre dedición de consagrarse como pueblo de Dios. La celebración anual de la Pascua vendría a conmemorar ese doble acontecimiento: liberación y consagración. La mención de los “himnos tradicionales” que se hace al final del texto podrían estar aludiendo al Hallel, los salmos 113-118 que se cantan en la celebración pascual.

Finalmente, el libro de la Sabiduría viene a responder por el destino de los justos. ¿Qué pasa con los que mueren manteniéndose justos y fieles a la voluntad de Dios? El autor nos pone frente a la posibilidad de una esperanza final absoluta: “Su vida está en las manos de Dios” (Sab 3, 1ss). Dios no abandona a los que en Él confían. Aunque mueren, su muerte no es caída en la nada absoluta. 

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