La dimensión bíblica de Fratelli tutti

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A finales del año, la Pontificia Universidad Ca­tólica Madre y Maestra (PUCMM), organizó unos conversatorios en torno a diversos aspectos de la última encíclica del Papa Fran­cisco: Fratelli Tutti, uno de los aspectos fue la dimensión bíblica del documento.

Pero antes expusimos un vistazo general de la encíclica diciendo, que la misma es un resumen de los gran­des temas sociales del Papa. En ella Francisco es fiel a la tradición latinoamericana de ver, juzgar y actuar, ya que el primer capítulo sería el ver, pues se citan los grandes problemas del mun­do; el segundo y el tercero serían el juzgar: Biblia y doctrina (sobre todo antro­pología cristiana y doctrina social de la Iglesia); y el cuarto, quinto, sexto y séptimo el actuar, pues son las líneas de acción y de trabajo para la fraternidad.

El lenguaje de la misma está cargado de reflexión teológica latinoamericana y términos referenciales cons­tantes en sus discursos, tales como periferias, poliedro, pueblo, etc. Las fuentes pro­vienen de sus predecesores (sobre todo San Juan Pablo II), “Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia” (Abu-Davi 4/2/2019) y encuentro con el Iman Ah­mad Al Tayyed, Laudato sí’, sus homilías en Santa Marta, la Antropología dia­logal, discursos y encuentros, la gran riqueza de la Doctrina Social de la Iglesia y la Biblia.

Comenzamos señalando que la Biblia es citada por el Papa a lo largo de todo el texto, sobre todo las relativas al Nuevo Testamento, pero es el capítulo II el que expone el fundamento bíblico de la encíclica. Él destaca la parábola del buen samaritano, de Lucas 10, 25-27, la ubica con sus ante­cedentes del Antiguo Testa­mento y de la tradición judío-fariseo y la aborda utilizando el método alegórico, propio de la patrística, sin apartarse de los estudios actuales y muy a partir del texto, la tradición latinoa­mericana de la reflexión bíblica y de la animación bíblica de la pastoral.

El Papa tiene como trasfondo, y ha sido una preocupación a lo largo de su pontificado, el problema de la indiferencia en el mundo, sobre todo con los migran­tes, contrario a lo que la misma Palabra de Dios nos pide; Francisco considera al migrante como el más pobre de los pobres hoy, él que está tirado en el camino del mundo y nadie le hace caso. Hay otro problema que él ve, y es el de la prisa. Son realidades que están ahí, y a partir de la parábola, dividen al mundo.

En la alegoría que hace, va viendo los personajes de la narración bíblica: los sal­teadores, los que pasan de largo (que son los indife­rentes), el hombre herido, el viajero (que es el samarita­no) y el hospedero. Aquí se ven los grandes temas de la encíclica que son la corres­ponsabilidad con el otro, unido al amor fraterno. Francisco anda en busca de una fraternidad que debe levantar las fronteras de hoy y de la historia que es el prejuicio, y que la humanidad se abra a la misericordia. En el excluido, según él, el cre­yente debe ver a Cristo, y critica lo tardío de la Iglesia en cuanto a reaccionar ante estas situaciones, y ve que algunos que se dicen cristia­nos, tener fe, sin embrago, ante estos temas y situacio­nes actúan ideológicamente.

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