Por: Isabel Valerio Lora, MSc.           Email:isabelvlora@gmail.com

“Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas”. San Agustín.

La depresión es un estado subjetivo de malestar físico y emocional, entendido como el resultado de las presiones socio estructurales sobre el individuo. Implica más aspectos que el de sentirse triste de manera permanente: la persona se cree inútil y culpable, pierde interés en lo que habitualmente le resultaba placentero o satisfactorio, sufre trastornos del sueño y pérdida o ganancia de peso. (Coryell, W., 2020). 

Algunos especialistas,consideran que la depresión es un trastorno tanto psicológico como social. Es psicológico, porque es la persona quien la sufre, presentando estado afectivo negativo caracterizado por manifestaciones de tristeza, desmoralización, aislamiento, desesperanza, fracaso y pensamientos de suicidio, mientras que el malestar físico presentado en pacientes depresivos, hace referencia a problemas como la falta o el exceso de apetito, la pérdida o ganancia de peso, las dificultades para conciliar el sueño o hipersonnia, el agotamiento, etcétera.  

En las personas depresivas  se presenta un  deterioro psicológico o  fallo en el sistema de procesamiento de la información, que genera un sistema de creencias prototípico, caracterizado por la inferencia arbitraria y la distorsión de la realidad.

La depresión es un trastorno social porque no es sino en el contexto social del individuo donde dicha experiencia cobra sentido. Desde la perspectiva sociológica la depresión es vista como la respuesta del individuo a las condiciones del medio, relacionando la depresión con la posición que la persona ocupa en la estructura social y con sus propias interacciones sociales (Blanco y Díaz 2007; Sánchez, Garrido y Álvaro 2003).

Las personas con trastornos del humor, independientemente de que pueda existir el factor humoral como precipitante, tienen asociados problemas sociales como desencadenantes: Se conoce que la separación matrimonial, el status de divorciado, la pertenencia a clases inferiores, la inadecuada situación socioeconómica, la inestabilidad laboral, el vivir aislado del centro urbano, las dificultades en el ámbito laboral o familiar, constituyen causas sociales para la aparición del trastorno.

El paciente depresivo debe ser tratado con psicofármacos y psicoterapia para que pueda adaptarse a las presiones normales de la vida y asumir  ciertas responsabilidades.

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