Jesús enfrenta el mal

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¿Dónde colocamos el Absoluto? El Salmo 94 expresa el absoluto para Israel: reconocer a Dios como creador nuestro, la Roca salvadora y nuestro guía. Ignacio de Loyola pensaba, que cuando el Señor es nuestro principio y fundamento, la vida, la salud, el honor y las riquezas quedan en un segundo plano.

Si es verdad, como creemos los cristianos, que el Señor es leal y tiene un proyecto de salvación ­realizador, más que ninguna otra cosa, de la profundidad de nuestro ser, sería una desgracia, seguir a “dioses extranjeros” (Deuteronomio 18, 15-20).

El mal empieza cuando la criatura se erige en su propio Dios. A la base del mal está la mentira radical de afirmar­nos, como si nosotros fuésemos nuestros propios creadores. Toda la creación y el universo se desquician cuando la criatura pretende ocupar el lugar del Creador.

Lo triste, no es tanto que haya gente que afirme no creer en nada; lo triste es que luego acaban cre­yendo en cualquier disparate, adoradores de mentiras: la brujería, el dinero, el prestigio, la ropa, una casa o su placer.

Jesús es salvador, es decir, nos rescata del mal, que con su mentira se enseñorea de nuestras vidas para perdernos. El mal no es sólo mentiroso, es asesino.

En Marcos, el mal hace tres declaraciones que delatan su mentira radical (Marcos 1, 21 – 28): ¿qué tienes que ver con nosotros Jesús Nazareno? El mal, piensa mal de Dios. Piensa que Dios no tiene nada que aportarle. Considera a Dios como una amenaza, “¿Has venido a acabar con nosotros?”. El mal siempre es arrogante, no tiene nada que aprender, lo sabe todo. En Marcos, grita así: “ Sé quién eres: el Santo de Dios.”

Por algo el nombre de Jesús, quiere decir, “Dios salva”. Nadie está más perdido que quien no lo sabe.

 

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