Impresión de las llagas a San Francisco de Asís

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-Fray Radhamés Abreu 

Toda la Familia Franciscana se prepara para celebrar el 17 septiembre de este año el octavo centenario de la impresión de las llagas o sagrados estigmas a San Francisco de Asís.

Estos ochocientos años, de este acontecimiento son una gracia especial y privilegiada que El Señor, permite a la gran familia franciscana como a toda la Iglesia.

La celebración de este hecho ,  es un testimonio conmovedor que San Francisco sintió hacia los misterios de la Pasión del Señor, desde el momento de su conversión.

San Francisco, a lo largo de su vida, no solo se dedicó a meditar los misterios de la Pasión del Señor, sino que se transfiguro con Cristo en la cruz y dedicó toda su vida a predicar a Cristo crucificado. Por eso, la regla que escribió a sus hermanos religiosos se resume en lo siguiente:

“Nuestra regla y vida, consiste en seguir a Jesucristo pobre y crucificado, viviendo en obediencia, sin nada propio, en pobreza y en castidad”.

El 17 de septiembre de 1224, San Francisco, se retiró al Monte Alverna, un lugar tranquilo y solitario, para orar y hacer penitencia, y cuando cayó en profunda comunión espiritual, el Señor le estampó las marcas de su pasión, en las manos, los pies y el costado. Y como dice la canción: “Rosas de sangre han florecido, reviven en tu cuerpo la pasión, Francisco de amor está herido, las manos, los pies, y el corazón”.

Aunque, era muy grande el dolor y la incomodidad en su cuerpo, San Francisco continuó predicando y cumpliendo con la misión de ir por el mundo y mientras sus fuerzas le ermitian continuó llevando el mensaje del amor y de la redención por todos los rincones.

La Impresión de las llagas en San Francisco no es solo un fenómeno milagroso, sino un símbolo duradero de la profunda espiritualidad y el amor inquebrantable que este santo singular tenía por su Señor y Salvador, Jesucristo, pobre y crucificado.

El papa Benedicto XI, confirmó la importancia de este milagro y su autenticidad, consciente de los testimonios fidedignos que respaldan este hecho, otorgó a la Orden Franciscana el privilegio de celebrar anualmente la memoria de esta impresionante manifestación de la pasión de Cristo, en la vida de San Francisco.