Por: Reynaldo R. Espinal

Segunda parte

El Embajador de España en la República Dominicana remite  informe al Ministerio de Exteriores de España sobre la Carta Pastoral.

El 1 de febrero de 1960, al día siguiente de la lectura de la Carta Pastoral en todos los templos católicos, el Embajador de España en la República Dominicana Manuel Valdés Larrañaga remitía un Memorándum reservado a la Dirección General de Política Exterior del Ministerio de Relaciones Exteriores de España, en el cual señalaba que:

“En todas las misas celebradas ayer domingo…en el territorio de la República, se ha dado lectura, antes del Evangelio, a una carta pastoral colectiva de los Obispos, que ha producido una profunda emoción y sorpresa y cuyas consecuencias políticas son difíciles de predecir, aunque no serán inmediatas”.

Y agregaba:

“La pastoral expresa el profundo dolor de toda la iglesia dominicana, por las numerosas prisiones efectuadas estos días y los ataques subsiguientes al Concordato, a varias órdenes religiosas y a ciudadanos que han visto sus vidas destrozadas, al ser expulsados de sus empleos y destinos, a veces, tan sólo porque un familiar estaba complicado en actividades subversivas”.

Informaba que, al referirse los obispos al derecho a emigrar, estaban haciendo una clara alusión a “los refugiados dominicanos en la Embajada del Ecuador, recientemente visitados por el Nuncio, cuya inspiración trasluce la pastoral.

Concluía afirmando que “toda la gran familia cristiana de la República Dominicana está pendiente, de las consecuencias de esta Pastoral y del desenlace que pueda tener la tensión creciente entre la Nunciatura y las Altas Magistraturas Civiles”.

Ya el 5 de febrero, a menos de una semana de leída la Carta Pastoral, la misma era objeto de atención por parte de la diplomacia interamericana. En la fecha, según los informes consignados por Bernardo Vega, el Embajador Norteamericano ante la OEA John Dreier remitía un oficio al Subsecretario para Asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado, Livingston Merchant, en el cual señalaba:

“El Nuncio Papal en Ciudad Trujillo ha tomado una fuerte posición, desde el punto de vista humanitario, con relación a la violación de los derechos humanos. El 31 de enero los sacerdotes católicos leyeron en la República Dominicana una Carta Pastoral durante la misa. La Carta pedía que se terminara con la violación de los derechos humanos. Agregaba que la Iglesia había enviado una carta oficial a la más alta autoridad del país pidiéndole que se evitaran excesos “que harían más daño a aquellos que los cometen”. El gobierno dominicano se sintió muy molesto con la Carta Pastoral y nuestra Embajada ahora reporta que el Canciller dominicano se ha ido a Roma con el propósito de protestar ante el Vaticano y posiblemente pedir la remoción del Nuncio Papal”. ( Bernardo Vega. Los Estados y Trujillo. Pág. 64).

Constatado el impacto de la Carta Pastoral, el Embajador Drier recomendaba al Departamento de Estado que “con el visto bueno del Embajador Farland, quien está ahora aquí en consultas, la Sección de Asuntos Americanos (ARA) recomienda que Usted informe al Delegado Apostólico en Washington, en forma confidencial, que, desde el punto de vista del gobierno norteamericano, la Carta Pastoral fue un golpe muy útil a favor de los derechos humanos y que consideramos que el Nuncio Papal en la República Dominicana es una fuerza vigorosa a favor de aquellos principios humanitarios y morales que tanto Estados Unidos como el Vaticano buscan fortalecer”. La Sección de Asuntos Americanos también recomienda que Usted le diga al Delegado Apostólico que esperamos que el Nuncio Papal en la República Dominicana continúe haciendo uso de su valiosa influencia en la búsqueda de una solución constructiva al actual problema dominicano, que de otra manera podría explotar en violencia y derramamiento de sangre, seguido allí por consecuencias trágicas de largo alcance”. ( Ídem). 

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