IMPLICACIONES Y REPERCUSIONES INTERNACIONALES DE LA CARTA PASTORAL DE LOS OBISPOS DOMINICANOS, ENERO 1960

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Por: Reynaldo R. Espinal

rr.espinal@ce.pucmm.edu.do

Última parte

Cuando el Embajador hizo referencia a Samoré, según su informe, de que L’Obsservatore Romano “había publicado la existencia de la Pastoral con un comentario de apoyo a la misma…y otro hecho no cierto, pero sí posible, el de que dicha Pastoral pudiese haber sido conocida por el Nuncio de Su Santidad en Santo Domingo antes de su publicación”, quiso recabar su parecer en torno a ambos puntos, a lo que Monseñor Samoré “con su cautela y frialdad de mente habitual, eludió una contestación concreta, volviendo a insistir sobre el aspecto interno de la cuestión y la finalidad exclusivamente caritativa de la misma”.

Después de la conversación sostenida con Samoré, el diplomático español transmitía en su Memorándum sus impresiones, a saber:

“1.- La Santa Sede está impresionada por lo que haya habido de exceso en el número de las detenciones practicadas en Santo Domingo, por el trato de rigor a que hayan sido sometidos los detenidos y por la pesantez de algunas condenas dictadas.

2.- La Santa Sede no quiere, sin embargo, – cualquiera sean sus reservas al régimen de Trujillo- dar ninguna impresión de trascendencia política a la Pastoral y ha aconsejado la entrevista entre el Episcopado y las Autoridades dominicanas como fórmula que dé lugar a disipar la situación tirante que indudablemente debe haber entre unos y otros por dicha Pastoral”.

Siguiendo instrucciones de su gobierno, se entrevistó, a su vez, con el Prefecto de la Sagrada Congregación de Religiosos, el Cardenal Valerio Valeri, quien le aseguró que “ni ha sido visitado por el Ministro de Santo Domingo ni la Congregación ha intervenido en nada en relación de las tantas veces referida Pastoral”.

Al respecto, sostuvo también entrevista con Monseñor Dell´Acqua en la Secretaría de Estado, quien, en esencia, le confirmó lo dicho por  Monseñor Samoré y dándole, a su vez, la noticia de que el Embajador Franco no se marchaba al tiempo que elogiaba su desempeño.

Esta revelación causó sorpresa al Embajador, pues por tan cierto se tenía el término de sus funciones, que ya se había realizado la habitual colecta entre el Cuerpo Diplomático acreditado en la Santa Sede para el obsequio de despedida.

Revela en su informe que solicitó al Embajador Franco la posibilidad de entrevistarse con Herrera Báez, informándole Franco que “ paraba en el Grand Hotel, pero como el viaje era de absoluto incógnito, no sabía si recibiría visitas, advirtiéndome que sus relaciones con el Ministro, no obstante ser éste hermano de uno de los yernos del Embajador, eran tan frías que no había seguido su actuación en Roma” y al indicarle el Embajador que le sería grato ofrecerle una comida al Ministro puesto que sabía que iba a pasar por Madrid, “ me dio a entender que él asistiría con mucho gusto por tratarse de mí, pero no por el Ministro”.

A tenor de lo expuesto en la presente y anteriores entregas de estos trabajos relativos a la repercusión internacional de la Carta Pastoral de los obispos dominicanos, de enero de 1960, queda evidenciado el alto interés que mereció  la misma en  ámbitos diplomáticos tan diversos, como la Organización de Estados Americanos (OEA), la Embajada de los Estados Unidos en la República Dominicana, el Departamento de Estado, la representación diplomática ante la Santa, entre otros.

La voz de la iglesia dominicana en defensa de la dignidad de las personas y familias perseguidas en aquellas horas aciagas, marcó el punto de no retorno en el declive imparable de la tiranía agonizante, que pocos meses después, quedaría desarticulada en sus cimientos el 30 de mayo de 1961.

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