Lo recuerdo. Cuando lo narro a veces no me creen. Hace años me acercaba al Palacio Nacional de Haití, cuando observé a varias personas, en plena calle, haciendo sus necesidades fisiológicas. Al llegar al frente, unos mozalbetes pintaban grafitis en la  verja de la sede presidencial, ante la mirada indiferente de los guardias. Es ingobernable.

 El famoso “efecto mariposa” encaja perfectamente en nuestras relaciones con Haití, pues algo que allí suceda, incluso en apariencia insignificante, puede afectarnos bastante y sufrir las consecuencias.

Nosotros, con nuestros errores y deficiencias tercermundistas, hemos hecho lo posible  cuando Haití nos ha necesitado y altamente prudentes cuando en los foros del planeta se nos acusa de racistas y de que los maltratamos, algo, salvo excepciones, sin fundamento.

El inicio de las mínimas  soluciones al problema haitiano está en manos de la comunidad internacional. Y no se resuelve con paños tibios, como donarle o venderle a la Policía Nacional de Haití 18 tanques para enfrentar las pandillas que prácticamente lo gobiernan o llevarle tres ropitas luego de un huracán. Eso pasa con más pena que gloria. Las medidas deben ser radicales.

Hace tiempo la OEA favoreció un fideicomiso para administrar la colaboración internacional que recibiría Haití luego del terrible terremoto del año 2010. Reunidos en Canadá se comprometieron a entregar en los siguientes años más de 10.000 millones de dólares. No se cumplió.

También hubo decenas de reuniones por aquí, por allá, promesas, fotos, cónclaves, viajes, todo combinado con otras actuaciones como cenas de gala en hoteles de lujo para anunciar pequeñas contribuciones  y creación de ONGs al vapor. Muchos se hicieron ricos a costa de la miseria.

El fideicomiso debe ser tratado en la ONU. Consistiría en que toda asistencia, donación, cooperación, etc. que la comunidad internacional (fideicomitentes) otorgue a Haití, serían administradas por personas jurídicas (fiduciarios) elegidas por la misma comunidad internacional, todo a favor de del pueblo haitiano (fideicomisario o beneficiario).

Como la mayoría de los líderes haitianos han fallado hasta respirando, este fideicomiso traspasaría lo económico, abarcando  lo político y lo institucional, responsable de gobernar Haití en todos los sentidos.

Sus miembros serían los encargados de dirigir al Estado haitiano, manejar la economía, elegir a los jueces, controlar la seguridad, nombrar a los funcionarios nacionales y locales, definir la política exterior y crear las condiciones para que dentro de varios años los haitianos estén preparados para dirigir su propio destino.

Este fideicomiso, considero, es la mejor solución que existe para que Haití inicie a gatear en el mundo moderno y para que en un futuro recorra sus primeros pasos como nación ya razonablemente organizada. Y todo ello, además, beneficiará a la República Dominicana.

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