Hacia una educación libre de ideologías Apoyemos todo lo que en bien de la educación se quiera implementar, pero rechacemos enérgicamente aquello que quiere instrumentalizar la educación del futuro ciudadano o ciudadana dominicana.

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Agosto, como cada mes del año trae nuevas cosas, de manera personal y comunitaria, pues es el final de las vacaciones de verano y de las escolares. Es un mes caluroso y con peligro de huracanes, pero sobre todo un mes donde la familia y la sociedad se preparan para que sus hijos inicien el nuevo año escolar; continuar, y en algunos casos iniciar, la formación académica y sistemática, que les ayudará a ser personas productivas y buenos ciuda­da­nos en el mundo futuro que les espera.

Un pensador francés del siglo pasado, insistía en que el Estado debía tener control absoluto de todo lo que se mueve en la sociedad, en especial de la educación, el Estado debía saber los ciudadanos que necesitaba y hacia dónde debía dirigirlos, de ahí el control que debía tener de la educación escolar y de la escuela, claro, todo esto terminaba en la formulación de una ideología política del Estado con incidencia en el campo educativo, como medio para hacer patente dicha ideología, que en el fondo iba a depender de quien en ese momento tenía el control del poder estatal.

Es cierto que debe existir una política educativa del Estado, la cual el gobierno, cualquiera que sea, debe apoyar, dicha política debe estar más allá de las ideologías y de las administraciones del gobierno de turno, pues en cada sociedad debe existir un proyecto de nación, una búsqueda y fomento de un ciudada­no, basado en una educa­ción en ­valores, que vaya más allá del tiempo y el espacio.

Es una educación que no dependa del momento presente, sino del hasta dónde quiere proyectarse y llegar una nación, donde cada ­gobierno se sienta instrumento y par­tícipe de dicho proyecto, y no que utilice la tarea educativa en una bús­queda de sus fines, o de intereses tanto internos como externos que puedan ha­cerse presente en el deve­nir de la nación.

Sabemos que la educación más determinante siempre será la que se recibe en el ambiente familiar, y que la escuela y la Iglesia ayudan, pero en definitiva el proyecto es el mis­mo: forjar un ser humano capaz de hacer posible los designios del crea­dor y que haya vida y se fomente la misma por todos lados.

Que el hombre y la mujer destinatarios de la labor educativa en sus diversas vertientes se sientan corres­ponsable del mundo y de los unos y los otros, que sientan a los demás como hermanos, pues todos somos iguales, sin nin­gún tipo de distinción. Llevar al ser humano a una hermandad nacional y universal, para hacer posible el mundo que merecemos y que Dios quiere, en palabras de Jesús: hacer posible el Reino de Dios.

Apoyemos todo lo que en bien de la educación de niños, adolescentes y jóvenes se quiere implementar, pero rechacemos enérgicamente aquello que quiere instrumentalizar la educación del futuro ciudadano o ciudadana dominicana.

Que se edu­que con sentido crítico y que haya ese mismo sentido en todos los es­tratos de la sociedad, ante ciertas amenazas a nuestro sistema edu­ca­tivo, ya sea en la familia o a nivel sistemático, en cuanto a la educa­ción escolar. Que se fomente el res­peto, la inclusión y la equidad, te­niendo como base los sanos y santos valores que nues­tro Dios y Señor, por medio de su Palabra nos ha transmitido.

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