La institución núcleo de la sociedad está atravesando por momentos difíciles. Los ataques que recibe amenazan con destruirla y de esta manera crear el caos y una convivencia humana fracturada y sin sentido. 

Son muchos los factores que están incidiendo para destruir la familia: falta de políticas sociales que apoyen su crecimiento, ausencia de principios humanos y cristianos y entierro de los valores que sustentan su existencia.

En la promoción de los antivalores encontramos el llamado género urbano, en donde muchos de sus integrantes promueven el consumo de drogas, alcohol, sexo desenfrenado, violencia y el irrespeto hacia la mujer convirtiéndola en un objeto. 

Las letras de estos temas son un monumento a la vulgaridad, depravación  y la pornografía.  Estos llamados artistas están envenenando el alma de niños y jóvenes quienes estimulados por esas canciones toman un estilo de vida que degrada su ser empujándolos hacia el abismo moral que los lleva a cometer actos repudiables.

Esperamos que en este Mes de la Familia surjan voces que contribuyan a detener esta carrera loca hacia la descomposición, que está creando vientos fuertes que están destruyendo los cimientos de la familia, única garantía de vivir en un mundo mejor. 

Nuestros niños y jóvenes no pueden continuar siendo bombardeados por este género llamado música urbana. Si permanecemos indiferentes ante estos hechos, el futuro que nos espera será sombrío. Hay que tomar medidas urgentes para detener este desenfreno. Todavía estamos a tiempo.

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