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Hablemos de la familia. Para nadie es un secreto que muchas cosas en el mundo han cambiado y la familia también, pero su finalidad institucional no ha variado, sigue en pie, pues en el mundo no hay otra instancia que pueda cumplir con su cometido. Si bien es cierto hay por ahí gente con la idea de destruir esta institución e inventar otra cosa u artificio para suplantarla, pero de ahí no se pasa, pues no se entendería la humanidad sin esta contraparte.

La novedad de cambio que lleva el mundo de hoy y su historia, se quieren llevar a todos los niveles, como bien sabemos no vivimos un cambio de época, sino una época de cambios, muy profundos y fuertes, como seres humanos hemos llegado hasta lo impensable, aquello que solo se veía en películas de ciencia ficción y en la literatura hoy es patente a nuestros ojos, y todavía quedan muchas cosas pendientes, las cuales van en camino, pero la familia no es un instrumento tegnológico o una moda del momento, es un quehacer que pone en marcha un proyecto de humanidad, de ser para el hombre y la mujer de cualquier época, tiempo y espacio; en el seno familiar se forja la nueva humanidad, que grita y espera, pues el hombre es más que cambio y novedad, tiene su laboratorio natural que es el hogar familiar, después de ahí, todo solo suele ser proyecto interesado de alguna u otra mentalidad del momento.

Si hacemos un estudio acerca de las múltiples culturas que hay en el mundo, encontraremos que en todas ella se da la institución familiar, claro con sus variantes propias, pero el criterio de familia se torna en una especie de universal cultural, de ahí que no se puede estandarizar un tipo de familia para todo el mundo, y menos imponerla a los demás.

La Iglesia en su proceso evangelizador de las culturas, no relativiza la realidad familiar, aunque el modelo de familia nuclear sea el que ve más propicio para la realización de dicha vocación, y ha sido el modelo de familia más extenso en el mundo, lo es en la actualidad y a lo largo de la historia, pues el amor entre los esposo lleva unas consecuencias de no división y una mayor concreción en la crianza de los hijos. Lamentablemente hoy día hay una series de ideologías, que basándose en procesos culturales mínimos y exclusivos se quieren universalizar e imponer en nuestra cultura, nuevos modelos de familia, solo con el propósito de innovar e imponer basado en falsos y flojos criterios que tienen como base la diversidad humana.

La Iglesia no defiende únicamente un modelo familiar, defiende la familia, y reconoce los cambios que en la vivencia familiar se dan en el mundo de hoy, pero no traiciona la razón de ser y sus componentes esenciales, que de no darse estarían muy distante de lo que es en realidad  el hecho de familia. Es triste como muchos políticos y gobiernos por congraciarse con estos grupos ideológicos, se confabulan para imponer leyes y normativas que propicien estas formas novedades que pretenden el nominativo de familia, de ahí la franca y fuerte lucha que enfrentamos para defender esta realidad querida y dada por el mismo Dios. Urge defender los derechos familiares y de familia, pero también la clarificación de lo que ella es, ante aquellos que pretenden vaciarla de sus propios contenidos.

En un mundo que busca prescindir de Dios esto no nos debe de sorprender, como también el hecho de la falta de vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, pues cuando no se tiene a Dios como lo central y principal en la vida, y sobre todo como guía para nuestra vida en libertad, se buscan otras  cosas contrarias a este fin, y el deseo de entregarse y darse por entero a él se extingue; hay que volver a Dios como centro de nuestra existencia, y esto daría como resultado familias como deben de ser y mayores deseos de vida dedicada a Dios y a los hermanos en nuestros jóvenes y adolescente.

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