Del Libro Poesías Completas de Monseñor Freddy Breton Martinez

Pobres poetas que cantan al mundo en diversos tonos vengan juntos, lleguen todos

les voy a dar un consejo.

He vivido mucho, palabra de experto; me apena que vayan enhebrando brisa, haciendo collares con cuentas de sueños.

¿Para qué esos ojos mirando detalles: Que ocasos, que pobres,

que pasos, que huertos?

¿Por qué siempre hurgando

el interior del hombre,

atrapando nada, mordiendo lo incierto?

¿No ven que la ciencia

ha hecho posible penetrarlo todo en el universo?

Vengan todos juntos,

seres desolados, miserables, locos.

Traigan la balanza: Pesaré sus sueños. Aporte valioso presentan al mundo:

Frente al hambre, cantos y a la guerra, versos.

¡Qué dirá la historia de estos pobres muertos!

Despierten, poetas, por Dios lo suplico. Cántenle a la piedra que forma edificios.

Canten a las armas que son la paz nuestra.

Canten a unos labios: Ahí sí! ¡Qué versos! A un busto real: ¡Más arriba el sexo!

Mas debo estar loco. Hablar a poetas inútil intento; dícelo a las piedras,

es de más provecho. Está bien. Me rindo. Vuelen ya sus sueños. Que al fin les confieso

muy secretamente, que de día en día

yo también me escondo a leer sus versos.

Honoris causa

Para las manos callosas

que, aunque labradas en piedra,

no olvidaron la ternura.

Para el pobre que no tiene y comparte hasta su alma.

¡Honoris causa!

A quien sobre la loma como en un potro salvaje la doblega con sudores.

¡Honoris causa!

Para el niño que batalla: Limpiabotas, canillita, heladero… hombre precoz

héroe en ciernes y anónimo.

¡Honoris causa!

Para la madre que lejos de superficialidades gasta la vida lavando

o envejece ante una plancha. Para el obrero que atado pero mordiendo cadenas lucha buscando la unión hasta arriesgando su vida.

Al estudiante pobre

que busca libros prestados; para ese, que en ayunas

va con zapatos gastados…

¡Honoris causa!

Para el de corazón limpio que nunca aprendió a odiar por más que lo hirió la vida.

Para el que ignora la “ciencia” que lleva a la explotación

y sólo conoce palabras como Justicia y Amor. A los pies descalzos de fango y espinas que por los caminos

van venciendo piedras.

Para la sonrisa

que brota del alma.

¡Honoris causa!

Para el pensador

que defiende al pobre

y en dura faena abre cada día surcos a la vida.

Al mártir oculto a la piel tostada

al hombre de hierro con alma de lirio.

Al trabajador servicial, honrado que nunca se exhibe que vive aplastado.

A él: ¡Honoris causa!

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