Espiritualidad paulina

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Al hablar de espiritualidad la mayoría de la gente piensa todavía, en manitas entrelazadas a la altura del pecho y mirada retorcida hacia el cielo, o mucho rezo y penitencias, pero desde hace tiempo se sabe que esto no es así, que eso sería espi­ritualismo o exageración de ciertas vivencias espirituales, la espiritualidad es el se­gui­miento de Cristo, el quehacer del cre­yente de hoy, por el reino de Dios, la vivencia propia del cristiano en el mundo.

Si bien es cierto hay modelos de espi­ritua­lidad como la franciscana, ignaciana, carmelitana y otras, ellas son modélicas, en la que su fundador ha querido acentuar un elemento de la espiritualidad cristiana en sus seguidores más cercanos y en la vida de la Iglesia.

En los últimos tiempos, debido al auge de los estudios bíblicos, algunos hablan de una espiritualidad bíblica. Toda la Biblia es espiritual e invita a la vida en Dios, pero en ella hay muchas vivencias de persona­jes de la misma y libros que invitan y ayudan a esa espiritualidad a la que estamos llamados, por ejemplo los Salmos tienen una carga oracional fuerte por el contexto en que nacieron y por lo tanto expresan la espiritualidad del creyente del Antiguo Testamento, o los evangelios que expresan las dimensiones espirituales de Jesús, que se convierten en prototipo para la vida de todos los cristianos, y así podríamos de decir de otros personajes y escritos, como sería en el caso de Pablo y los escritos pau­linos.

Creo que no hay un creyente que no conozca el itinerario espiritual de Pablo, su vida ha sido central en el desarrollo de la fe y su estilo de vida y misionero por igual. En las cartas que escribió y que se le atribuyen, podemos encontrar esbozos de lo que se podría caracterizar como una espiritualidad paulina. Primeramente a partir de sus viajes misioneros y de la ma­nera como vive su quehacer en la misión, a partir de ahí encontramos en Pablo una “espiritualidad misionera”, donde él tiene claro su sentido de llamado y de enviado (es lo que hoy llamamos en Latinoamérica a partir del documento de Aparecida: discípulo-misionero), con unos rasgos propios tales como la disponibilidad y apertura para la misión, pasión por Cristo y por la conversión de judíos y paganos, alegría siempre y un vivir según la gracia de Dios.

Un segundo esbozo de esta espiritualidad podemos verlo a partir de dos textos: 1Tesalonicense 5,1-11 y Romanos 8, 5-11. En el primero Pablo invita a ser Hijos de la Luz, a vivir una auténtica ética cristiana hasta la vuelta de Cristo. En el segundo Pablo invita a vivir la vida en el Espíritu, y contrapone dicha vida contra la vida según la carne; para él, la vida en el Espíritu es vida en Dios, la vida según la carne (mu­chos traducen el término carne como los bajos instintos, apetitos carnales o huma­nos, etc.), es la vida de pecado y en el pe­ca­do, y su fruto es la muerte; mientras que los frutos de la vida en el Espíritu, los se­ñala como vida y Paz (habría que profundizar más que en sí Pablo quiere expresar con esto de vida y paz a diversos niveles de la vida del hombre). En definitiva Pablo nos pone ante dos proyectos de vida, dos estilos de vivir: según la carne y según el Espíritu, colocando al Espíritu como un dinamismo liberador y la carne como con­dición de esclavitud.

La Espiritualidad cristiana es preludio de la vida venidera, el Espíritu nos abre a la vida eterna, la vida en el Espíritu de Pablo es ya anticipo de dicha vida aquí en la tierra.

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