Escuchemos al Papa Francisco 

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Desde el año 1968, el 1 de enero la humanidad recibe un mensaje con el nombre de Jornada Mundial de la Paz. Fue una iniciativa del papa Paulo VI, cuando se vivían momentos tensos a consecuencia de la guerra fría. Sus sucesores han continuado esta hermosa tarea y en este año el Papa Francisco nos propone el tema de La cultura del cuidado como camino de la paz.

“El año 2020 se caracterizó por la gran crisis sanitaria de COVID-19, que se ha convertido en un fenómeno multisectorial y mundial, que agrava las crisis fuertemente interrelacionadas, como la climática, alimentaria, económica y migratoria, y causa grandes sufrimientos y penurias.”

“Es doloroso constatar que, lamentablemente, junto a numerosos testimonios de caridad y solidaridad, están cobrando un nuevo impulso diversas formas de naciona­lismo, racismo, xenofobia e incluso guerras y conflictos que siembran muerte y des­trucción.”

En este acápite de su bello mensaje nos habla de que la paz y la violencia no pue­den habitar juntas. Cuanta falta nos hace entender esta verdad, porque no solo es violencia la ausencia de guerras, sino las condiciones infrahumanas en que viven tantos hermanos nuestros aquí, y en otras partes del mundo. La brecha, cada vez es mayor entre ricos y pobres, situación que se va institucionalizando. En este año 2021 esto debe cambiar. Así no podemos continuar.

El Papa nos recuerda a San Ambrosio, uno de los Padres de la Iglesia, quien decía que la propiedad es querida por Dios para el bien común. Que la naturaleza ha vertido todas las cosas para el bien común, que ha producido un derecho común para todos, pero la codicia la ha convertido en un derecho para unos pocos.

Nos llama el papa Francisco a tomar en mano la brújula de los principios para dar un rumbo humano, y nos dice: “animo a todos a convertirse en profetas y testigos de la cultura del cuidado, para superar tantas desigualdades sociales. Y esto será posible sólo con un fuerte y amplio protagonismo de las mujeres, en la familia y en todos los ámbitos sociales, políticos e institucionales.”

Se lamenta que “la hambruna echa raíces donde antes era desconocida. Las personas se ven obligadas a huir dejando atrás no solo los lugares, sino la historia fami­liar y las raíces culturales” y hace el contraste con “el derroche de recursos en armas nucleares, cuando los recursos deberían emplearse en crear un fondo mundial para poder derrotar definitivamente el hambre y ayudar al desarrollo de los países más pobres”.

En el caso nuestro, hacemos un llamado al Gobierno para que se tenga en cuenta las comunidades más pobres y olvidadas y se cree un fondo adicional para comenzar a erradicar la pobreza de tantas personas que atraviesan por esta situación. Si así se hace podremos decir, con toda sinceridad: Feliz Navidad y un Año Nuevo lleno de esperanza y realizaciones.