Solo prestando atención a quienes escuchamos, qué escuchamos y cómo escuchamos, podemos crecer en el arte de comunicar, cuyo centro no es una teoría, o una técnica, sino la capacidad del corazón que hace posible la proximidad.

Así nos dice el Papa Francisco en el mensaje para la 56 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que celebraremos el domingo 29 de este mes, Día de la Ascensión del Señor.

Los que estamos en los medios de comunicación, deberíamos hacer muestra de esta invitación. Vivimos momentos muy difíciles, y hay personas que sienten el hambre de ser escuchadas, para que se conozca la angustia que llevan en su interior, y así encontrar el bálsamo que cure su dolor.

En nuestro país, tenemos que escuchar los gritos y lamentos de tantos ancianos que deambulan por las calles, mendigando un pedazo de pan. Están huérfanos de políticas públicas, por parte del Estado, que remedie la soledad y el abandono que llevan a cuestas cuando están llegando al ocaso de su existencia. Agreguemos la irresponsabilidad de algunas familias, que pudiendo evitar esta situación se revisten de insensibilidad frente a sus padres y hermanos, que atraviesan por este calvario.

Se hace urgente también, escuchar el llanto y el dolor profundo de las madres que en nuestro país, ven partir a sus hijos a destiempo, por la violencia y el desprecio a la vida que muestran miembros de la Policía, que hace tiempo olvidaron el mandato divino de No Matarás.

Esperamos que nuestros oídos siempre estén dispuestos a escuchar el clamor de los que sufren, para acompañarlos, y juntos buscar la felicidad que anhela y requiere cada ser humano.

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