Recuerdo a una amiga cuando estaba en su juventud, pues ya hoy día es toda una adulta y madre. Ella me decía que no había nada más hermoso que la familia, pues tenía, y aún tiene, unos padres dedicados, que se aman, que han luchado por su hogar, que han sabido inculcar valores, sobre todo el de la fe. En otras palabras, una familia como debe ser. No son ricos materialmente, sino que han trabajado para tener lo necesario para vivir, y el Señor ha sabido bendecirlos.

Pero así como hablaba mi amiga, cuántos hay que maldicen su familia, pues la vivencia en ellos ha sido todo un infierno de abusos, maltrato, irresponsabilidad y cuantas cosas peores hay, que se dan en ese lugar donde no deberían darse, que es la familia.

Daríamos todo lo que sea en este mundo para que la actitud de muchos fuera la de mi amiga. Que todos pudiesen tener un ambiente familiar que le lleve a dar gracias por haber venido a la vida y que les capacite para ser hombres y mujeres de bien e hijos de Dios que le alaben y bendigan.

Hoy día muchos nos hemos concentrado en contrarrestar las amenazas que tiene la familia y no ponderar lo que ella es en sí. No somos ingenuos, ni obviamos de todo un plan que se dice hay por ahí para cambiar el orden del mundo y lo que la familia ha sido hasta ahora. 

Ya con el covid-19 se cree se quiso realizar un ensayo y tal parece que el asunto no salió tan bien como se pensaba, pues hubo mucho acercamiento a nivel de las familias, aunque otros hicieron salir las realidades familiares que en sí se vivían, a las cuales no se le dedicaba tiempo. El asunto es que hasta el día de hoy, no hay un mejor ambiente para el desarrollo del ser humano en plenitud, que no sea el nicho familiar, en las diferentes vertientes que hoy se nos ofrece. 

La Iglesia siempre ha sido abanderada de todo lo bueno que se da para el ser humano. Lo propicia, fomenta y auspicia, por eso su empeño en la defensa de la familia. 

Hay muchos documentos eclesiales de los últimos Papas en torno a la familia. El más reciente, es del Papa Francisco “Amoris laetitia”, que aborda las situaciones nuevas del mundo que afectan la familia, a las cuales la Iglesia se siente llamada a dar una respuesta de colaboración, para que la familia mantenga el sitial que le corresponde y ha desarrollado hasta ahora en el mundo. 

Cada cristiano debe sentirse un promotor de lo suscitado por Dios, y la familia es el espacio donde Dios quiere que se desarrolle sanamente el hombre o la mujer que ha venido a este mundo. Por eso, adscribirse a toda una planificación anti-familia sería estar en contra de esos planes santos de Dios para con nosotros.

Cada noviembre damos un paso por mi familia, pero es para caminar durante todo el año en y con la familia, cumpliendo el papel que nos corresponde a cada uno como miembro de esta institución, para que esta celebración no solo quede en un simple marchar y en algo muy bonito y espectacular. Debe ser el compromiso que cada miembro de la Iglesia hace en defensa de la familia y en el cuidado que debemos tener hacia ella, para así poder llegar a que cada ser humano pueda decir que ha valido la pena venir a este mundo, porque hubo, hay, un espacio adecuado, correcto y bueno que lo ha recibido, que es la familia.