En mayo con María y nuestras madres

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En este mayo florido que nos regala el Señor y en este año pastoral dedicado al valor de la honestidad, tenemos muy presente a María nuestra madre. También a la madre de cada uno de nosotros, esperando que el mismo Señor nos bendiga con las lluvias torrenciales y tan necesarias de este quinto mes del año. 

Aunque en nuestro país vivimos en una eterna primavera, en este mes la presencia de las flores cargando de colorido y belleza la naturaleza se hace notar más. Por donde quiere hay árboles, plantas y hiervas floridas, como una especie de sinfonía. Por doquier, hay como una especie de musicalidad en el ambiente, que invita, porque no, al amor y a la disposición del espíritu a captar esa belleza inigualable que el creador ha puesto en el mundo. Es todo un gozarse cuando uno se detiene y contempla este espectáculo gratuito que es un mayo florido. 

De ahí las flores a la Virgen, bella y antigua tradición cristiana católica, de llevarle lo mejor y más auténtico a Ella que son las flores. Agradarla con tan bello obsequio en agradecimiento por haber aceptado ser la Madre del Salvador y Madre nuestra en aquel momento sublime y doloroso de la cruz.

Él ella estar atenta siempre a nuestras necesidades para presentarla a su Hijo, y el hacerla realidad para nosotros, darle gracias también por el testimonio de autenticidad y honestidad dado en su vida, a través de ese hacer la voluntad de Dios  y no la suya, ni la de los convencionalismos de su época, sino en expresar a Dios honestamente todo su sentir ante el llamado  para que fuese la madre de su Hijo, pues ella nos invita a ese mismo gesto de honestidad de nosotros para con Dios. Ser lo que somos ante él, ante los demás y ante nosotros mismos, para como Ella ser coparticipe dentro del plan salvífico del Señor. 

Y qué decir de nuestras madres. Ojalá que todas SEAN como la Virgen María. Auténticas, dispuestas para el Señor, honestas y que de ellas nosotros los hijos recibamos esos valores, para ir construyendo la sociedad seria, responsable y honesta que nos merecemos y como tiene que ser. Pues el ser humano no fue creado para el desorden y la deshonestidad, sino para la vivencia que el mismo Dios puso en la naturaleza. 

También para vivir según las leyes divinas inscritas en su corazón y recibida a través de la enseñanza que la Iglesia ha hecho posible a través de las Sagradas Escrituras y toda su doctrina, dirigida a la consecución del bien para toda la humanidad. 

Cuántas madres han contribuido al desarrollo de esa sana y santa escala de valores que debe marcar la vida de cada uno de nosotros. Por eso le damos gracias en este mes y siempre, y pedimos al Señor que sigan siendo esas educadoras principales en cuanto a lo ético y moral que debe caracterizar la vida de los hombres y mujeres de hoy de siempre.

 Vivamos en el Señor este mayo florido y maternos que nos regala, bendecido por sus aguas, como señal de la bendición de Dios que se derrama sobre nosotros a través del ejemplo, la lucha y la  tenacidad de tantas mujeres honestas, comenzando por la Virgen María, y terminando por las madres nuestras.