Padre William Arias • wilarias4@hotmail.com

n este tiempo de crisis vocacional en la Iglesia a todos los niveles, pero al parecer el más preocupante es el relativo a la vocación sacerdotal. Por todo lo que la figura sacerdotal implica en el quehacer de la Iglesia.Encontramos muchas cosas interesantes en cuanto al sacerdote, cosas muy ciertas y que en realidad definen la figura de este hombre llamado de entre los hombres para servir a Dios, y a sus hermanos. Pero en esta ocasión queremos detenernos en tres de ellas, muy importantes a la hora de presentar dicha vocación a los adolescentes y jóvenes de hoy, y son el silencio, la oración y el estudio.

Para algunos hablar de silencio hoy día podría pensarse que es perder el tiempo, ya que lo que más hay, y se busca es el ruido y la bulla en diversas vertientes. Además, de que la gente quiere hacerse notar con las estridencias que a diario hace con su vida; el ser anónimo y distante del mundo de hoy parecería una cruzada perdida, ya que lo que más se quiere es ser popular y estar en boca de todos e influenciar en las redes.

Pero a pesar de que esa es la realidad que vemos y que se pretende vender como tal y natural, es una gran oportunidad para ofrecer otro estilo de vida, ya que hay muchos por ahí cansados y agobiados con el ruido mundanal de hoy, insatisfechoS con lo que la sociedad le pide y le exige, y ansiosos de conocer otra manera de ser y existir en el mundo de hoy. 

El silencio como lugar y opción para encontrarse consigo mismo y su entorno e incluso poder ir más allá, ahondando en el Cosmo y en aquello que fue su principio y lo hizo posible, en la búsqueda de respuesta a la acuciante pregunta antropológica de qué somos, qué buscamos, cuál es nuestro destino final, nuestra razón de vida, preguntas a las cuales desde la bullanguería de hoy es imposible hallar respuesta, entonces hay la necesidad de espacios de silencios, y por qué no, de estilos de vidas que nos brinden dicha oportunidad y el sacerdocio bien puede serlo.

El silencio como lo hemos descrito, tarde o temprano lleva a Dios, pues en algún momento se torna oración, diálogo entre Dios y nosotros, conversación con él. Para muchos es de conocimiento la gran necesidad de poder encontrarse con Dios que muchos experimentan en el mundo de hoy, sienten la necesidad de trascenderse a sí mismo y poder llegar a entablar conversación con aquel hacedor de todo y de todos, pero muchas veces, no hay quien le ponga en camino.

De ahí el sacerdote como hombre de oración, maestro de espiritualidad, pues su hablar asiduo con aquel que un día le llamó, puede ayudar a que otros entren y suplan la necesidad de infinito, que no es otra cosa más que de Dios en sus vidas. En otros tiempos se hablaba mucho del sacerdote como el hombre de la acción y el trabajo, y esto sigue siendo parte fundamental del quehacer sacerdotal, pero hoy tal vez se nos pide un poco más de esa dimensión mística de la fe que conseguimos a través de la oración.

El sacerdote como guía del pueblo de Dios, necesita conocer el mundo en que desenvuelve su misión, entrar en el diálogo del mundo y de los hombres, en especial aquellos que piensan y no piensan igual que él. Conocer otros proyectos y formas de vida, no para exorcizar, sino para iluminar y poder descubrir todo lo bueno que hay en ellas, pues desde un principio Dios lo hizo bien, y siempre algo de bien hay en todo lo que afecta o sale del hombre, y el estudio es la mejor forma de captar y conocer todo ese universo de conocimientos que brota del hombre, y también de la vivencia de fe. Dios sigue llamando a muchos hombres a entregarse a él mediante el ministerio sacerdotal, pues hacen falta gente que viva y enseñe la necesidad de silencio y oración que tanta falta nos hace hoy.

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