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P. Pedro Henríquez Escaño

La “ORACIÓN del ABANDONO”, más que una Oración para rezar en grupo, es un extracto de ¨Meditación sobre el Evangelio¨, en relación con las ¨Virtudes Cardinales¨.

El texto original, del cual tomamos la oración que rezamos, fue escrito por Carlos de Foucauld en 1896. Es pues una oración que pone en boca de Jesús, y en verdad sólo puede ser rezada por Jesús.

Para cada uno de nosotros sería una exigencia demasiado grande. La recitamos en el seno de la familia espiritual:

a) – Porque somos conscientes que no podemos rezar solos, sino junto a Jesús.

b) – Para avanzar un poco más en el espíritu de abandono, con la ayuda de JESÚS y unirnos a Él, en su abandono confiado al Padre.

Un hombre que busca a Dios: Antes de su conversión, el Hermano Carlos presintió que no se prueba la existencia de Dios, sino que se lo encuentra y que, para encontrarlo, hay que buscarlo, tener “hambre de Él, “necesidad de Él” como un pobre.  Podemos decir que el Hermano Carlos rezó antes de creer. “Dios mío, si existes, haz que te conozca”.

Presiente que Dios está más allá de las posibilidades del conocimiento humano y que entonces, solamente se le puede llamar para que venga a nuestro encuentro y desearlo de todo corazón. Sin este Espíritu no podemos hacer nada. Sólo Él podrá hacerles penetrar en el misterio de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Verdaderamente el encuentro con Dios vivo marca al Hermano Carlos para toda su vida. Para él la Eucaristía ha sido desde ese día el tesoro de la Presencia y el corazón de toda su vida, una vida que será ella también “comida” dada a sus hermanos día a día. Encontró el Dios-Amor que perdona incansablemente, que busca la oveja perdida. 

Dice: “Mi vocación es descender”,  comentando la frase del Evangelio: “Descendió con ellos en Nazaret”… escribía: “Toda su vida no hizo más que descender: descender encarnándose, descender haciéndose niño, descender obedeciendo, descender haciéndose pobre, abandonado, perseguido, torturado, poniéndose siempre en el último lugar.

Vivió sólo para Dios siguiendo los pasos de Jesús de Nazaret. Para él, seguir a Jesús, vivir sólo para Dios va a ser algo extremadamente concreto.

Siente que buscó, apasionadamente, la manera de rezar como Jesús.  Meditó largamente el Padre Nuestro.

Desde el día de su conversión, la Eucaristía es para el Hermano Carlos lo que concretiza su encuentro con Jesús-Dios.  Encontró allí lo que su corazón buscaba: al que había entregado su Cuerpo y derramado su Sangre por él.

La Eucaristía para el Hermano Carlos, no era una “devoción” más o menos facultativa, sino, el lugar de donde sacaba la fuerza de configurar su vida a la del Hijo del hombre, que dio su vida por la multitud; el lugar en donde su oración, se hará una con la oración de Jesús.

La frase del Evangelio que más sacudió mí vida fue ésta: “Lo que hacen al más pequeño de entre los míos a Mí me lo hacen”.

El Hermano Carlos nos dejó una oración que es la expresión de su deseo de unir toda su vida a esta ofrenda de Jesús: es la Oración de Abandono.

Esta oración es simplemente el eco de la oración de Jesús: la oración del Hijo aceptando de manos de su Padre, su destino de Servidor.

Esta Oración de Abandono debió ser para el Hermano Carlos como una especie de respiración. Si poco a poco ella lo fuera también para nosotros, quizás entonces, toda nuestra vida se convertiría en oración.

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