Constantemente, y debido a los avances de la historia y demás ciencias que tienen que ver con el universo bíblico, se nos pregunta si todo lo que hay en la Biblia es verdad o simplemente es literatura que narra un hecho religioso. 

Aquí entramos en la cuestión de la Inerrancia Bíblica, que es el criterio de verdad o de que la Biblia no tiene error (de ahí lo de Inerrancia: no error), la cual es consecuencia inmediata de la inspiración, que es el criterio de que todos los libros de la Biblia han sido inspirados por el Espíritu Santo.  

“Como todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos afirman, debe tenerse como afirmado por el Espíritu Santo, hay que confesar que los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación. Así, pues, “toda la Escritura es divinamente inspirada y útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y equipado para toda obra buena” (2 Tim., 3,16-17)” (Dei Verbum 11)

De la inspiración se deriva la enseñanza de que la Biblia enseña la verdad. La constitución del Concilio Vaticano II, sobre la divina revelación: Dei Verbum, matiza la enseñanza verdadera de la Biblia con estos tres adverbios: “… firmemente, … … con fidelidad, …  … y sin error”. La “verdad” enseñada por la Biblia es de orden salvífico (“la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación”), no de orden histórico, o geográfico, o referido al ámbito propio de las ciencias naturales.

Hay toda una historia al respecto. La relación entre verdad y Biblia se ha vivido de forma distinta en estos tres periodos históricos:

1. Período dogmático (hasta siglo XVII)

Confianza simple y espontánea en la fidelidad de la Biblia.  La autoridad de la Biblia como Palabra de Dios es suficiente para aceptar todo lo que en ella se contiene como verdadero.

2. Período apologético (s. XVII – XIX)

Esa forma de entender la verdad bíblica entra en choque con las conclusiones de la ciencia moderna a partir del siglo XVII. La tormenta más llamativa de este periodo es el “caso Galileo”. Según sus jueces, al decir que la Tierra giraba alrededor del Sol, Galileo había atribuido un error a la Biblia, pues en Josué 10,12 se narraba cómo Josué hizo detenerse al sol.

3. Periodo hermenéutico

A partir del Concilio Vaticano II. El objetivo no es defender la Biblia, sino entenderla e interpretarla. Tal como hemos expuesto al principio, la enseñanza de Dei Verbum 11 es: El Concilio no habla ya de “inerrancia (aunque se conserva el inciso “sine errore”), sino de “verdad”. En vez de decir “La Biblia carece toda ella de error”, es más justo decir “La Biblia es toda ella verdadera”.Esta verdad no es científica o de otro género, sino salvífica ordenada a la salvación. No es verdadera en el sentido de la exactitud histórica o científica, sino en la perspectiva religiosa del plan salvador de Dios: cualquier persona que quiera encontrar el camino de la salvación, sabe que la Biblia no le va a engañar.

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