El COVID-19 y su impacto en las ideologías

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Me encantó lo que hace días dijo el papa Francisco: “La crisis originada por el coronavirus nos coloca frente a una doble vía: la que conduce al fortalecimiento del multila­teralismo, como ex­presión de una solidaridad fundamentada en la justicia y en el cumpli­miento de la paz y de la unidad de la familia humana; y, por otro lado, la que nos encamina a actitudes de autosuficiencia, naciona­lismo, proteccionismo, indivi­dualismo y aislamiento, apartando a los más pobres y vulnerables”.

El COVID-19 tendrá fuer­te conmoción en las ideolo­gías políticas a nivel global. Luego del derrumbe de la Unión So­viética, leíamos que en el es­quema ideal, el Esta­do no in­tervenía en los asuntos particulares, pues eso perjudicaba el desarrollo y el bienestar de los pueblos.

Uno de los abanderados más importantes de esta tesis fue Francis Fukuyama, con su libro “El fin de la Historia y el último hombre”. Esta obra im­pactó en muchos de nuestra generación soñadora, luchadora y esperanzada en la justicia social y en la mejor distribución de las riquezas.

Resumiendo, defendía que, luego de la desaparición de la Guerra Fría, las ideolo­gías ya no eran necesarias y que ha­bían sido sustituidas por la economía. Argu­men­taba Fukuyama que la evolución ideo­lógica había terminado y que el triunfo del ­liberalismo era inevitable y para siempre. ¡El capitalismo se creyó dueño del universo!

Recuerdo que Juan Bosch, al referirse al libro, dijo que su contenido no era cierto y lo combatió con una altura y profundidad de sabio. Por ejem­plo, hubo varios gobiernos de izquierda en América Latina y también lo ocurrido con el COVID-19 son muestras de que el ilustre dominicano tenía razón. En el último caso, el “laissez faire, laissez passer” ha fracasado para enfrentar la pandemia.

En el capitalismo que co­no­cemos, el fuerte vence al débil, o lo olvida, que es peor. Las grandes corporaciones solo piensan en sus ganancias. La salud y el bie­nestar del prójimo quedan en segundo y hasta en tercer plano, destacando que, aun así, los ricos tendrán prefe­rencia abismal sobre los po­bres.

La propiedad privada de­be estar al servicio de la vida. Por ello aumentan las voces que reclaman una solución sin fronteras para enfrentar este atroz virus del que nadie esca­pa, sobre todo con el acceso a la vacuna.

Que el afán lucro ceda paso a la solidaridad. El COVID-19 nos presentará re­novadas ideo­logías y la historia conti­nuará.

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