En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: “Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados”. (Hechos de los apóstoles 10, 37-43)

Hoy, día de la resurrección del Señor, leo este texto y lo primero que se me viene a la mente es una palabra: ¡kerygma!, el anuncio o predicación de los primeros cristianos. El Evangelio en una cápsula. Ahí está Pedro, cabeza del grupo, en casa del gentil Cornelio dando testimonio de lo que Jesús hizo durante su vida terrena, la forma como murió y la respuesta del Padre al resucitarlo. El “nosotros somos testigos…” que aparece en el texto da cuenta de que detrás de Pedro hay toda una comunidad que ha tenido la misma experiencia de Cristo resucitado.  Aún más, solo puede haber experiencia del resucitado en el ámbito de la vida comunitaria.

Todo comenzó en Galilea, en un momento determinado, cuando Juan estaba proponiendo su bautismo. Atrae mi atención, de modo especial, los detalles que da el texto sobre la forma como Dios interviene en la vida de Jesús: lo unge “con la fuerza del Espíritu”, “estaba con él”, “lo resucitó al tercer día”. Pero sobre todo me impactan cuatro palabras que un lector desatento podría pasar por alto: “nos lo hizo ver”. ¡Todo es obra de Dios! He ahí la síntesis del mensaje que contenía la misión de los primeros cristianos entre los paganos. Es Dios quien actúa en la persona de Jesús y es Dios quien lo resucita de entre los muertos. De igual modo, “ver” a Cristo resucitado también es obra de Dios. Es Él quien nos lo hace ver. Imposible que la mirada humana sea capaz de atrapar el misterio. 

Medito y tomó conciencia de lo que acabo de decir. Jesús pudo hacer todo el bien que hizo porque Dios lo unge “con la fuerza del Espíritu” y porque siempre “estaba con él”. Y aunque pudo resistirse, no lo hizo, pues no se trata de un voluntarismo, sino de dejar que la presencia de Dios se manifieste. En su discurso, Pedro resume en dos elementos centrales toda la misión de Jesús: “pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo”. Esa fue su única misión: impregnar de bondad el mundo, tratar de devolver a la creación su estado originario, cuando Dios la creó y vio que todo era bueno. Hasta ese momento el maligno no se había hecho presente. ¿En eso consiste la instauración del reino de Dios? ¿Basta con hacer el bien y arrancar a las personas del dominio del demonio para que Dios reine plenamente en el mundo? Parece una tarea fácil, pero no es así. Quien se dedica a ella podría perder la vida al intentarlo. Fue exactamente lo que pasó con Jesús de Nazaret. Su estilo de vida y el desenlace de la misma son el mayor testimonio de su procedencia divina. 

Leo y releo el texto y siempre me quedo dando vuelta en lo mismo: la respuesta de Dios a quien pasa por el mundo haciendo el bien es no dejarlo muerto para siempre. ¿Cómo puede quedarse muerto para siempre alguien a quien le han arrancado la vida por mantenerse fiel a la voluntad de Dios hasta el final?  Y solo uno que haya pasado de la muerte a la vida –como ha sido el caso de Jesús- puede ser juez de vivos y muertos. Él sabe lo que es estar vivo y sabe lo que es estar muerto. Por eso es constituido por Dios en juez universal de vivos y muertos. Esto es, se convierte en la medida de todo hombre, tanto en el más acá como en el más allá. Él es la regla, el canon, el parámetro para medir nuestro grado de humanidad… Me paro frente a ese espejo y descubro una imagen distorsionada.