DEFENSA DE LOS SEMINARISTAS

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El Seminario Santo Tomás de Aquino, con sus seminaristas, era un bastión antitrujillista. Debo confesar que soy antitrujillista desde los catorce años. Las dictaduras, la inseguridad social, los miedos, me saben al régimen de Trujillo.

Los seminaristas éramos perseguidos por ese régimen, el cual nos ponía “caliés”, espías, que nos vigilaban día y noche. Conocimos “caliés”, que venían de fuera y, al menos, un seminarista, que lo era desde dentro.

Nos enteramos, todavía no sé cómo, que ese seminarista escribió una carta a Trujillo, denunciando a un grupo de seminaristas, entre los que estaba, el más tarde padre Vinicio Disla y otros muchos más, cuyos nombres no recuerdo.

Hicimos un plan un grupo de seminaristas, entre los que estaba yo, encabezados por Pinzón, seminarista panameño: mientras un grupo entretenía al seminarista “calié”, que había escrito la carta, en el patio, en el recreo del mediodía, un grupo, creo que éramos tres, entramos en su habitación, tomamos la carta, se la llevamos al Rector, el cual sacó una copia y se la entregó al Arzobispo Beras, más tarde. Devolvimos el original al cuarto de donde la habíamos tomado. Nadie se dio cuenta de esa hazaña.

Supimos que monseñor Beras le llevó la copia a Trujillo y le dijo: “Jefe, usted va a recibir esta carta. Todo lo que dice ahí es falso. Es mentira”. Así se salvaron los seminaristas. Ese seminarista “calié”, lo recuerdo aún bajando las escaleras del segundo piso, fue despedido, justo el día 22 de diciembre, antes de salir de vacaciones el 23 de diciembre.

Debo dejar constancia de que el único seminarista que fue llevado a la cárcel por Trujillo y asesinado en la Cuarenta fue Ramón Peña (Papilín), de La Romana, muchos años después. Sobre él se han hecho ya muchos escritos y trabajos y se seguirán haciendo.

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