Dios ha formado la Iglesia como el cuerpo de su Hijo, de tal modo que “si sufre un miembro, todos los demás sufren con él” (1 Cor 12,26). Por eso, nosotros los obispos que conformamos la Conferencia del Episcopado Dominicano (CED) junto a todo el pueblo de Dios que peregrina en la República Dominicana, hacemos nuestros los agravios que sufre nuestra querida Iglesia católica en Nicaragua, perseguida y violentada.

Nos duele la condena injusta a monseñor Rolando José Álvarez Lago, a los sacerdotes, agentes de pastoral y laicos prisioneros, la situación de las Diócesis de Matagalpa y de León privadas improcedentemente de sus pastores.

Causa indignación las amenazas y expulsiones de congregaciones religiosas, así como, la confiscación de universidades católicas, la anulación de la nacionalidad a los que se oponen al sistema establecido, el impedimento de expresar la fe en las calles, la persecución a las comunidades eclesiales y grupos sociales, de igual manera, la pretensión de silenciar el liderazgo eclesial y nacional.

En un momento de nuestra historia nos tocó pasar por hechos similares al final de una férrea dictadura. En tal sentido, les transmitimos a nuestros queridos hermanos obispos de la Iglesia católica en Nicaragua y a todo el pueblo, como lo hicimos en la carta enviada a la Conferencia Episcopal de Nicaragua en agosto de 2022, nuestra cercanía espiritual, solidaridad en el sufrimiento, y la promesa de nuestras plegarias al Dios de la vida, al Príncipe de la Paz y al Señor de los Señores, para que les regale la perseverancia, la libertad, la serenidad, y la confianza en Aquel que nos asegura su victoria a pesar de las dificultades.


Les encomendamos, de manera especial, a nuestra madre María, la Purísima, que tanto aman los nicaragüenses.


Conferencia del Episcopado Dominicano