Parece que se está imponiendo la idea de que los pobres no sólo son responsables de su condición, sino que constituyen una carga intolerable para un sistema económico que pone en el centro de los intereses de algunas categorías privilegiadas. Así nos dice el Papa Francisco en el número cinco de su mensaje con motivo de la V Jornada Mundial de los Pobres, celebrada el pasado domingo 14 de noviembre.  

Pensar que los pobres son una carga    tiene claro tinte de exclusión y esta visión la encontramos en muchos políticos, y empresarios. Para ellos su dios es el deseo y el poder. Se olvidan que las desigualdades sociales generan violencia que se manifiesta en acciones concretas que van quebrantado la paz.

 En la medida que se expande la pobreza la convivencia social se deteriora, y estamos observando que la pandemia del Covid-19 ha incrementado el número de personas que sufren esta condición. De ahí la importancia que los recursos económicos que tiene el Estado sean administrados con pulcritud, y así sean utilizados en bien de tantas personas que carecen hasta de lo indispensable para vivir.

Para cumplir esta meta sugerimos al Gobierno que haya tolerancia cero frente a cualquier funcionario, no importando su posición dentro del partido oficial, que intente utilizar su cargo para enriquecerse. Porque como ha dicho el Sucesor de Pedro: Los pobres no son personas ¨externas¨ a la comunidad, sino somos hermanos y hermanas con los cuales compartir el sufrimiento para aliviar su malestar y marginación, para devolverles la dignidad pérdida  y asegurarles la necesaria inclusión social. La limosna es ocasional, mientras que el compartir es duradero.

Necesitamos funcionarios honestos que entiendan que a los puestos públicos se va a servir, no a servirse. Tengamos presente que la pobreza no se elimina con dádivas. 

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