Los frutos cosechados son abundantes

Padre Francisco Antonio Jiménez R

Director del INP y Vicerrector Ejecutivo de

UCATEC

El pasado domingo 28 de diciembre fue la clausura a nivel de la Iglesia Universal del Año Jubilar Peregrinos de Esperanza. El propósito fundamental del Papa Francisco al convocar el Año Jubilar 2025 bajo el lema “Peregrinos de la esperanza” fue invitar a toda la Iglesia y al mundo a redescubrir la virtud cristiana de la esperanza. Vivirla como fuerza transformadora en medio de las dificultades actuales, y convertirse en constructores de paz, unidad y fraternidad.

El Papa vinculó el Jubileo con el camino sinodal de la Iglesia, impulsando nuevas formas de participación, misión y servicio. La esperanza se convierte en motor para la acción misionera y para el compromiso social, especialmente en favor de los más vulnerables.

En la última reunión evaluativa del Instituto Nacional de Pastoral con los Vicarios de Pastoral la dedicamos a pasar balance de cuáles han sido los eventos más significativos de este Jubilar y pudimos constatar que como Iglesia dominicana hemos cumplido con las metas trazadas en la convocatoria del Año Jubilar.

Constatamos siete signos tangibles de esperanza, que marcaron nuestra acción pastoral.

1. El acompañamiento formativo realizado por los 100 peregrinos de esperanza a nivel nacional dio como fruto la formación de 20,000 misioneros en todo el país, quienes asumieron con firmeza su compromiso misionero y eclesial. Este proceso generó un verdadero dinamismo evangelizador. Fue un año entero dedicado a la formación de los miembros de la Iglesia mediante retiros, talleres, cursos y congresos, tanto de manera presencial como a través de los medios de comunicación y las redes sociales.

2. Se llevaron a cabo peregrinaciones permanentes a los templos jubilares. Casi todas las parroquias del país organizaron su propio jubileo, al igual que centros educativos, movimientos apostólicos, instituciones públicas y diversas organizaciones sociales. Muchas diócesis realizaron actos de peregrinación y misión hacia otras diócesis o zonas pastorales. Asimismo, numerosos fieles peregrinaron a Roma, manifestando un profundo sentido de pertenencia a la Iglesia universal.

3. Se produjo un despertar eclesial, expresado en signos de unidad entre laicos y jerarquía. Un testimonio vivo de ello fue ver a obispos y sacerdotes caminando junto al pueblo. Este crecimiento eclesial se evidenció también en la creación de una nueva diócesis, el nombramiento de dos nuevos obispos, y varias ordenaciones sacerdotales y diaconales en todo el país. Además, se instituyeron nuevos ministerios, especialmente para mujeres, en lugares donde antes no estaban presentes.

4. Surgieron nuevas comunidades cristianas, particularmente comunidades sinodales, y se realizaron encuentros entre las provincias eclesiásticas. También aparecieron nuevas iniciativas

pastorales y se fortalecieron estructuras parroquiales y diocesanas, consolidando diversas comisiones, en especial la Comisión de Misión y Comunidades.

5. Creció el deseo de los laicos de colaborar y participar activamente en la acción misionera de la Iglesia. En todo el país se vivieron hermosas experiencias de intercambios de misioneros entre las vicarías y zonas pastorales. Son incontables las iniciativas desarrolladas por nuestros agentes de pastoral.

6. Fueron innumerables los signos de esperanza que se testimoniaron durante este Año Jubilar: visitas a encarcelados, hospitales, hogares de ancianos y de niños abandonados; acompañamiento a jóvenes en situaciones de adicción; apoyo económico a familias necesitadas, entre muchas otras iniciativas asumidas por parroquias y movimientos apostólicos.

7. En resumen, puede afirmarse que fue un año marcado por la alegría en la vivencia de la fe, la participación activa en la práctica de la caridad y la celebración gozosa de la vida sacramental. Los actos jubilares se convirtieron en espacios privilegiados de encuentro personal con el Señor a través del encuentro fraterno con los demás.

Iniciamos un nuevo año civil. También como Iglesia continuamos con la misión de seguir llevando a Cristo a todos los ambientes de la vida humana. Esta vez con un lema que nos invita a una renovación personal y un compromiso con un nuevo estilo de vida eclesial, como camino de santidad. Es eso lo que expresa el lema del año 2025: BAUTISMO Y SINODALIDAD, CAMINO DE SANTIDAD.

Asumamos todos este nuevo desafío eclesial. El tiempo apremia y el Señor está a la puerta tocando y esperando que le abramos para ofrecernos vida en plenitud.