En la Pascua de Fello

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Padre William Arias

Aunque ya tenía 87 años, que es mucho, pensaba que iba a vivir por siempre, pues las personas como él, son de esas que uno no quiere que se vayan nunca, pues se convierten en punto de referencia para nuestro ser y actuar en el mundo.
A Fello le llegó la muerte como ninguno de nosotros imaginaba, posiblemente ni siquiera él lo pensó así. Los días previos a su deceso final, fueron de mucha oración y esperanza de cierta recuperación, para que continuara con nosotros, pero ya su tiempo en la tierra se había cumplido y el Señor lo reclamaba a su presencia.
Murió al igual que San Carlos de Foucauld, en diciembre, quien fue el camino más expedito que encontró para seguir a Jesús, que un día lo llamó a la vida sacerdotal y lo llevó por diversos linderos de la Iglesia. Allí dejó su huella, la de un hombre convencido de Cristo, amante de la Iglesia y gran hacedor de consejos. Guía espiritual de muchos, algo que creemos que le encantaba en su vida presbiteral, como así solía definir la vida del sacerdote, pues siempre decía que lo sacerdotal solo era una parte del presbiterado, que era la real vocación a la que Dios nos había llamado, siendo guía y cabeza al servicio de la comunidad.


Muchas cosas me unieron a su vida, las cuales agradezco profundamente, pues fue quien me bautizó, me recibió en el Seminario Mayor, predicó en mi primera misa, trabajamos juntos en la parroquia San Rafael, de Tamboril. Pertenecemos a la fraternidad sacerdotal que él mismo forjó en el país: Fraternidad Sacerdotal Carlos de Foucauld, o “Iesus Caritas”, como es su nombre real. Muy amigo de mi familia, en especial de mi Papá, y le acompañé en su último proyecto de trabajo, la fraternidad laica Carlos de Foucauld.
Recuerdo que cuando le nombraron Obispo de Barahona, en sustitución de Mons. Fabio Mamerto Rivas, quien era en ese entonces un referente mediático de la prensa escrita, en ese momento, un periodista escribió menospreciando su elección. Creo que fue la primera vez que publiqué en un medio escrito, presentando y exponiendo su figura. Lo que allí dije sobre él, creo que no me defraudó, pues su ser Obispo fue un injertarse en aquella zona apartada y muy pobre, en ese momento del país, ser y hacer la Iglesia allí a partir de lo que había, con gran sentido misionero, que fue un ideal que alimentó mucho su vida.
Si hubo algo que marcó verdaderamente su vida, fue el trabajo con la juventud. Con el padre Darío Taveras, MSC, ya también fallecido, fue forjador del movimiento juvenil de los años 70: La Pascua Juvenil, pilar de la Pastoral Juvenil de nuestra Iglesia desde entonces.
Son muchos los hoy adultos de la zona de Licey y lugares cercanos, que le recuerdan con cariño y respeto, gracias a ese trabajo, que realizó junto a la Pastoral Juvenil y en el Seminario San Pío X.
Recuerdo también que cuando colaboraba en la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, de Licey, celebrando un domingo en mi comunidad de Las Palomas, en el año de 1978, cuando el Dr. Balaguer y sus esbirros querían perpetuarse en el poder, con un slogan que decía: “Joaquín Balaguer es la seguridad y es la paz”, Fello en la homilía, levantó su voz fuerte y dijo que nadie es la paz, sino que sólo Dios es la paz.
Lo recordaremos por siempre, con lágrimas en nuestros ojos, no solo por la tristeza de que ya no está, sino por la alegría que nos da el haber conocido y vivido al lado de un hombre de Dios.