¡Acotíllense en ei seto, carajo!

0
6

Por: Pedro Domínguez

Me fascina observar la conducta de quienes se creen jefes frente a un grupo extraño, sobre todo cuando se percibe que esos personajes no dirigen ni su propia respiración y que, en su cotidianidad, son tan lentos que si persiguen dos tortugas al mismo tiempo al menos una se les escapa.

Hace años hacía filas en una oficina municipal. Todos nos manteníamos tranquilitos y decentes, pero allí estaba un vigilante regordete, deseoso de hacerse notar, tratando de imponer “su orden” cuando no había desorden, mandándonos a callar cuando estábamos en silencio.

Nadie prestaba atención al desenfrenado. Y mientras más reproches lanzaba, menos caso le hacíamos, hasta que, con tono de caudillo enojado, tomó su vieja macana y nos empujó, exclamando:

—¡Acotíllense en ei seto! ¡Acotíllense en ei seto, carajo!

Tardé en comprender el significado de “¡acotíllense en ei seto!”  (pongan sus costillas contra la pared). Entonces, mi instinto y la macana no fallaron, y cumplí con las exigencias del mandón provisional, quien se alegró, saboreando su efímero éxito, sin imaginar que días después sería despedido.

Pero lo que más temo es observar al que ostenta un poder mayor. Caminan con el pecho inflado, gestos ficticios, delirios de grandeza, abrazos demagógicos, sonrisas ensayadas, adornos en las manos, uñas arregladas, libros que no leen, silencios oportunos para desviar su ignorancia, y pensamientos y hechos concentrados exclusivamente en la defensa de sus intereses individuales.

Todo poder es temporal, no importa su dimensión. En los sectores público y privado es una rueda: quien hoy está arriba, mañana puede estar abajo. Traté con algunos que juraban que jamás descenderían de sus altares. Resultado: caídas estrepitosas, soledades dolorosas y descrédito inmisericorde.

Así las cosas, sirvamos con humildad y responsabilidad desde el lugar donde estemos, sea nuestra misión pequeña, mediana o grande. Seamos útiles allí; dejemos huellas positivas; que nuestro accionar sirva de modelo de honestidad, eficiencia y servicio al prójimo.

No enviemos a nadie de mala manera a “acotillaise en ei seto”. Mahatma Gandhi nos enseñó: “El poder es de dos tipos. Uno se obtiene por medio del castigo y el otro por actos de amor. El poder basado en el amor es mil veces más efectivo y permanente que el derivado del miedo al castigo”.