Adviento con la Virgen y los ángeles mensajeros de Dios
Por: Jimmy Drabczak
La Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María Santísima es una celebración que ilumina el Adviento con una certeza: Dios ya ha comenzado la nueva creación. Y en este camino de esperanza, los ángeles –en especial San Miguel– aparecen como aliados, custodios y heraldos del plan divino.
Cuando el ángel Gabriel llega a Nazaret, trae consigo una alegría celestial que resuena con las palabras del profeta Sofonías: “¡Alégrate, hija de Sión! ¡El Señor está en medio de ti!” (So 3,14-17).
El anuncio del ángel revela que María es la Hija de Sión por excelencia, el corazón fiel del pueblo de Dios. En ella, lo humano está plenamente abierto a lo divino. Por eso, Dios la preparó desde el primer segundo de su existencia: Inmaculada, libre del pecado original, por los méritos de Cristo, su futuro Hijo.
María y los ángeles nos recuerdan en Adviento que la salvación no es una teoría, sino una historia concreta donde Dios actúa y envía mensajeros, toca nuestra puerta y pide nuestro “sí”. Los ángeles aparecen en los momentos clave del plan de salvación:
- Gabriel anuncia el nacimiento del Mesías
- Los ángeles cantan en Belén la paz para toda la humanidad
- Un ángel guía la Sagrada Familia en sueños de José
- Y San Miguel combate para que el plan de Dios llegue a su plenitud
María, preservada del pecado, es la señal anticipada del triunfo de Cristo y de sus ángeles sobre el mal. Por eso la tradición cristiana la llama: Reina de los Ángeles.
San Miguel, cuyo nombre significa ¡Quién como Dios!, protege esa obra divina en la historia, defiende la vida del Niño Dios y cuida a la Madre que lo trae al mundo. En Adviento, mientras esperamos al Señor, los ángeles nos recuerdan que la esperanza es un combate, que la luz avanza, aunque el mal quiera oscurecerla.
El saludo del ángel es definitivo: “Llena de gracia” (kecharitomene) Es decir: totalmente transformada por la gracia. Y, por lo tanto, totalmente situada en la misión: María recibe a Jesús por nosotros y para nosotros. Ella es la primera discípula misionera, y los ángeles —servidores del plan de la salvación— caminan a su lado para ayudarla en todo.
En ella vemos nuestro destino: que un día también nosotros, por gracia, seremos plenamente de Dios, como los santos y los ángeles del cielo.
La Inmaculada Concepción es la primera victoria de Cristo sobre el pecado. Es la bandera que San Miguel levanta al inicio del camino de la salvación: ¡el mal no tiene la última palabra! Así, esta solemnidad nos invita a:
- Confiar en que la gracia puede transformar nuestra historia
- Vivir en santidad y servicio, como María
- Ponernos a disposición de Dios para colaborar en su obra
- Dejar que los ángeles nos acompañen, nos protejan y nos impulsen a la misión
Lo que Dios realizó en María, quiere realizarlo también en nosotros: ser santos e inmaculados ante Él para siempre (Ef 1,4).
María Inmaculada, Reina de los Ángeles, protégenos con San Miguel
y guíanos hacia la Navidad del Señor.
¡Quién como Dios!
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