por Eduardo M. Barrios, SJ
La solemnidad cristiana de la Navidad llegará una vez más con infalible puntualidad el día 25, que este año, es un jueves. El día del mes es fijo, pero no el día de la semana.
Desde octubre, desde antes de Halloween, ya hay comercios ofreciendo artículos supuestamente navideños. No se les ve referencia alguna al Niño Jesús ni a su santa corte compuesta principalmente por San José y la Virgen María, a quienes se añaden otros personajes secundarios, pero no carentes de importancia, como los pastores y los visitantes del Oriente que llegaron a Belén siguiendo una estrella.
El comercio ofrece productos navideños, muñecos de nieve, trineos tirados por alces, y una serie de temas invernales completamente ajenos a nuestro tórrido entorno. Abundan también arbolitos artificiales con sus accesorios de bolitas multicolores, guirnaldas y una serie de lucecitas intermitentes.
También pasan como navideños ciertos comestibles como los turrones españoles y frutas de importación.
La paganización afecta a todas las celebraciones religiosas. Recordemos, por ejemplo, el cuarto jueves de noviembre, Día de Acción de Gracias (Thanksgiving Day). En muchas familias se olvida la oración de agradecimiento para centrar toda la atención en la elaboración de un menú remotamente inspirado en el que los europeos, llegados a América en el barco Mayflower, comieron con los indígenas. De ese menú se destaca el pavo horneado.
La celebración más importante para los cristianos es la de la Resurrección de Jesucristo o Pascua de Resurrección. Pues bien, el comercio no hace referencia alguna al Resucitado, sino a unos huevos primorosamente pintados conocidos como huevos de pascua, y también pasan por pascuales unos insulsos conejitos.
De la celebración religiosa de diciembre, podemos decir que es una estación litúrgica que dura menos de tres semanas: Comienza el 25 de diciembre, sigue con la Epifanía, y termina con el Bautismo del Señor.
Para facilitarle a los fieles católicos la participación en la solemnidad navideña, hay cuatro Misas diferentes ese día: La Misa Vespertina de la Vigilia, la Misa de Medianoche o del Gallo, la Misa de la Aurora y la Misa del día. Todas con oraciones y lecturas diferentes.
La importancia de lo litúrgico proviene de que actualiza lo celebrado. En un sentido muy real se hace presente el misterio celebrado.
Para explicitar el valor religioso de la Navidad, la Liturgia lo explica con la variedad de prefacios. El Misal trae tres prefacios de Navidad, uno de Epifanía y otro del Bautismo del Señor.
Esas oraciones exaltan la pedagogía divina de valerse de lo visible, Jesucristo hombre, para llegar a lo invisible, su divinidad. También subrayan que el Hijo eterno asumió la debilidad de nuestra naturaleza mortal para hacernos partícipes de su vida inmortal.
Por supuesto que dar prioridad a la Navidad como celebración religiosa no excluye adornos como corona navideña a la puerta y arbolito de Navidad, con tal de que no falte la escena del Nacimiento.
Esos pesebres se inspiran principalmente en el relato de San Lucas (2, 1-20). Esa narración abunda en personajes históricos como Augusto, Cirino, José, María y los pastores. Y también hay datos geográficos con la mención a Nazaret y Belén. En las presentes circunstancias que vive la humanidad los ángeles invitan a rezar por la paz cuando cantan, “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad” (v. 14).
Tampoco está reñido con la sacralidad de la Navidad gustar de comidas y bebidas especiales. Si las familias cocinan un menú mejor cuando celebran cumpleaños, la gran familia cristiana también come y bebe lo mejor posible para celebrar el cumpleaños de Jesús.




