Fray Teo Jiménez, OFM Cap.
Érase una vez, cuando abundaban los reyes y príncipes que gobernaban los poblados, una noble familia cristiana de una notable aldea que se encontraba a siete leguas del Castillo, preparaba su pequeño pesebre de pajas. Era Adviento y se disponían también a colocar en torno al pesebre vacío las imágenes de María, José, la mula y el buey. Con ello, querían significar que sus corazones se preparaban para acoger cálidamente al Niño Dios.
Una mañana, aquella familia recibió una carta con la noticia de que el Rey bajaría del Castillo y le haría una visita a la comarca. -“Hay que convocar a los jefes de familias para preparar la visita del Rey”-, dijo el esposo a su señora, quien estaba impresionada por el imperativo de aquella carta.
La pareja tenía una hermosa niña, quien no entendía por qué había que preparar el Pesebre y le preguntó a su padre: -“¿papito, puedes explicarme por qué cada año preparamos el pesebre y lo colocamos junto a María, José, la mula y el buey?” –”Hija mía- respondió su padre- nosotros los cristianos de ésta aldea aprendimos de un tal Francisco de Asís que debemos preparar bien nuestros corazones, así como preparamos el pesebre: cálido, blando, acolchadito, para recibir al niño Jesús. Y lo colocamos a los pies de María y José para indicar que con ellos nos preparamos para recibir al Niño bendito.
La Virgen María, en la noche del Belén, nos lo mostrará y dejará que lo tomemos en nuestros brazos, para que sintamos el latido del corazón del niño junto al nuestro. Ese es un momento muy esperado hija mía, porque nuestros corazones se llenan de una gran alegría que no podemos explicar”.
La niña, emocionada por la hondura de esas palabras siguió preguntando: – “¿Y todas las familias de ésta aldea están preparando su pesebre bien acogedor y cálido para recibir a Jesús?” La pregunta dejó sin palabras a aquel padre tan sabio y noble. Por lo que después de unos instantes de silencio le respondió: “Hija mía, aún faltan muchas familias que no han sido instruidas ni alertadas para preparar el pesebre del corazón. Faltan mensajeros que anuncien y alerten que cada familia necesita urgentemente preparar el Belén espiritual, mediante la preparación externa de un pesebre de pajas”.
La niña, ya muy conmovida le manifestó: “¡Papá, yo quiero ser mensajera del Niño Jesús! ¿Me permites que yo vaya contigo para decirle a la gente que preparen sus corazones? El Padre, sorprendido y admirado por la disposición espiritual de su hija, propuso:” Te propongo algo hija mía: mañana pasaremos gritando por las plazas y por los caminos: “Dentro de pocos días bajará del castillo nuestro rey a visitar nuestra comarca. Pero también muy pronto descenderá del cielo el Niño-Dios a visitar nuestros corazones. Preparemos el pesebre en cada hogar y acojamos dignamente al Niño de Belén, quien nos traerá el amor, la alegría, la luz y la paz”.
Paz y Bien!




