Fray Radhames Abreu
La Navidad se conmemora el 25 de diciembre, como una fiesta religiosa y cultural global. El término Navidad procede del latín Nativitas, que significa nacimiento.
La Navidad es una fiesta eminentemente cristiana, que no puede prestarse para caer en celebraciones anti-cristianas y fuera de su verdadero sentido. Por eso la Iglesia se empeña, desde el punto de vista litúrgico y doctrinal, en que los fieles celebren dentro del marco canónico y no haya distorsión en sus ritos, ni exageraciones de populismo en sus celebraciones.
De hecho, la celebración navideña es una fiesta del pueblo, con sabor a pueblo y manifestaciones muy pegajosas. La colocación del árbol de navidad (el arbolito), y su decoración, se le atribuye a Martín Lutero, quien se inspiró en el verdor de los árboles en invierno. La colocación de luces (bombillitos), los regalos, comidas, bebidas, intercambios familiares, música, algarabías, ropas nuevas, etc. Aparte de las celebraciones religiosas y litúrgicas, este es el ambiente social y de celebraciones que se destaca.
Teniendo toda esta realidad en cuenta, nos parece que mucha gente se distrae con el consumo de las ofertas que abundan, por lo que también se les embotan los sentidos. A ellos, hay que decirles que no se confundan, porque de todas esas actividades hay muchas cosas buenas, pero el centro, objetivo y protagonista de la celebración de la Navidad es Jesucristo, todo lo demás es añadidura.
Procuremos celebrar la Navidad sin desviar su esencia, su verdadero sentido cristiano, conservando y manteniendo sus valores religiosos, sociales y culturales, porque esta es la fiesta de las fiestas, como decía San Francisco de Asís.




