José Jordi Veras Rodríguez
Hace un tiempo, leímos en Mateo 9 del 27 al 31: “Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor. Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho”.
En este pasaje podemos colegir, así como estos dos ciegos que a pesar de su ceguera o de la sombra que cubría sus ojos, todo tenía que ver con la fe que ellos tenían y no con la imposibilidad de la visión.
Entonces, habría que preguntarse: ¿Cuál es esa sombra que impide que puedas ver o sentir desde el corazón a Jesús?
A veces somos presas fáciles de sombras como el orgullo, la soberbia, la perversidad, la envidia, el egoísmo y la ignorancia. Esto porque a veces permitimos que esos males nublen nuestros corazones. Demos apertura a la solidaridad, decencia, ética, empatía, y comprensión.
Hay quienes se dejan dominar por la duda, incertidumbre, y el desasosiego. Hemos dejado de lado la fortaleza de la fe. Es necesario preguntarnos internamente: ¿qué tan fuerte, firme, constante y perseverante, es nuestra fe ante una situación personal? Busquemos que ninguna sombra sea capaz de permanecer en nuestros corazones.
También leímos: “Que tu oración no sea un susurro temeroso, sino un grito confiado como el de aquellos ciegos, porque quien cree, aunque viva en sombras, ya empieza a caminar en la luz”.
Puede que hoy lo que necesites no sea recuperar algo físico, material, sino que sea conseguir paz, tranquilidad, sosiego o la fuerza para seguir adelante. Y en medio de todo eso, está ese desierto que tienes que atravesar con la poca agua o nada que tienes.
Pero lo que te hace avanzar, es esa fe que no debe morir nunca ni desfallecer. Seamos valientes y sepamos esperar en lo que el poder divino nos ha prometido. Recordemos la frase de Jesús a los dos ciegos, “Que les suceda conforme a su fe”.




