Pedro Dominguez

De Bad Bunny tengo una impresión extraña: sus canciones no me agradan lo más mínimo, (la mayoría carece de buen contenido musical, exceptuando parte de su más reciente producción), su voz la considero “fatal”, en no pocas ocasiones recurre a la vulgaridad y estoy en desacuerdo con ciertos enfoques que favorece; pero, a pesar de todo, valoro algunos aspectos culturales que ha enarbolado en favor de nuestras raíces.

Sus últimas presentaciones en Puerto Rico constituyeron un homenaje a las tradiciones de la vecina Isla, dinamizando su economía, fomentando el turismo y destacando sentimientos caribeños. 

Un hecho que gratamente me impresionó fue que en sus conciertos había intérpretes de lengua de señas. Su actuación en nuestro país fue exitosa y habló maravillas de nosotros. 

Sé que mis palabras serán conflictivas. Hace días publiqué mi criterio al respecto y los comentarios llovieron. Citaré dos. En contra de mi postura: “No me parece correcto que la indecencia represente la cultura de un pueblo. En una sociedad que se respete, las letras de esas canciones deberían estar prohibidas y que no suenen en el espectro radial. Solo deberían estar limitadas a conciertos para adultos. Esas canciones hay que no dejarlas pasar. Dios libre a estos indeseables si yo fuera director de espectáculos públicos”.

Más o menos a favor: “Cuando el tango apareció en la radio fue un escándalo, nunca se había usado un género musical para desnudar una sociedad. En la República Dominicana en la Era de Trujillo las rancheras mexicanas se tocaron a ritmo de merengue. Juan Luis Guerra crea una revolución al ponerle ropa glamorosa a la bachata. Al escuchar las interpretaciones de Bad Bunny, que se reducen a diálogos con una banda sonora de fondo, hay obligatoriamente que ver la juventud, sus expectativas, la realidad y la degradación de las bellas artes… En el mercado del espectáculo, querámoslo o no, vende”.

Pienso que aunque algo no nos agrade, debemos respetar la diversidad artística, pero conscientes, entiendo yo, de que el arte se desarrolla en una libertad condicionada, en cierto modo, a que no denigre la dignidad humana, no estimule el mal comportamiento o promueva la ilegalidad, lo que suele estar acompañado de falta de calidad. Eso es libertinaje y merece repudio. Es dañino. Las nuevas generaciones son las principales víctimas.

¿Es malo o bueno para la sociedad el ejemplo que transmite Bad Bunny? Para mí, y no quiero que me acusen de ser “Bad Peter”, depende de la óptica con que lo analicen y hasta de la edad del cuestionado, donde, creo, todos tendremos parte de razón y de equivocación. Mientras tanto, me alejo cada vez que colocan una de sus canciones.