Bienaventurado el político que tiene credibilidad. Es coherente con los principios éticos, y la ley moral natural, y no busca otros fines que el servicio desinteresado.
Bienaventurado el político cuya persona refleja credibilidad. Una cualidad que se pierde con los constantes escándalos cometidos por miembros de los partidos.
Bienaventurado el político que sirve al pueblo con una profunda conciencia de su papel, olvidando el propio interés y buscando el bien común por encima de ganancias personales.
Mirando estas bienaventuranzas enarboladas por el Cardenal Van Thuan nos indigna ver el divorcio que existe entre los políticos dominicanos y estas justas aspiraciones de nuestro pueblo de tener un día dirigentes que dignifiquen la actividad política.
Ahí tenemos los casos de miembros de partidos involucrados en el narcotráfico, algunos de ellos que han estado ocupando puestos importantes, y que fueron electos por el pueblo. ¿Cómo llegaron a esas posiciones?
Es sabido que líderes de diferentes agrupaciones políticas con una hoja de servicio intachable y con vocación de servicio que desean ser candidatos, quedan relegados porque el partido da paso a otras personas con dinero, pero carentes de principios.
Así no podemos continuar porque, llegará el día en que el narcotráfico permeará muchos espacios de poder, haciendo del país un territorio inhabitable a causa de la violencia generada por los que están metidos en ese mundo.
Evitemos que así ocurra. Estamos a tiempo.




