… Are you ready?
Y así, sin darnos cuenta, casi se nos va el Tiempo Ordinario, como quien deja de ver su serie favorita justo antes del final de temporada. Pero tranquilos: ahora viene el Adviento, ese “modo espera” que no es pasividad, sino entrenamiento del alma, y verdadero inicio del año litúrgico.
Porque, seamos sinceros, el Adviento no se vive igual para todos. Hay quienes lo entienden como: “Faltan cuatro semanas para poner el arbolito”, y otros que ya están en modo Black Friday espiritual, corriendo de compra en compra, pero sin adquirir lo más importante: la conversión.
La Iglesia, con toda su sabiduría, nos dice: “Detente. Espera. Prepara el corazón.” Pero a nosotros nos cuesta, vivimos tan acelerados que hasta el silencio nos da ansiedad. Y sin embargo, el Adviento es eso: silencio, espera y vigilancia, no para matar el tiempo, sino para dejar espacio para que Dios lo llene, naciendo dentro de él.
San Bernardo decía que Cristo viene tres veces: vino en Belén, vendrá al final de los tiempos, y viene cada día al alma que le abre la puerta. El problema es que a veces la puerta está tapada con cajas del árbol, luces, y ese “playlist navideño” de “Cima Sabor Navideño”, que suena desde octubre.
Ojalá nos quede claro de una vez por todas, que el Adviento no es un countdown para la cena de Nochebuena; en todo caso, es una cuenta regresiva para despertar el alma a un nuevo comienzo. Es revisar el corazón, limpiar la casa interior y preparar un pesebre donde el Niño Dios no tenga que dormir sobre facturas, resentimientos o prisas sin sentido.
Así que sí: el Tiempo Ordinario se acaba, pero el tiempo extraordinario de la gracia apenas empieza. Por lo que esta semana vale la pena que te hagas la pregunta: ¿Voy a vivir el Adviento con el alma despierta… o seguiré dormido en modo “ordinario”?
Hasta un próximo encuentro
Desde el Monasterio.




