Con San Miguel Arcángel – Preparación para la eternidad

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Octubre es el mes dedicado a la oración del Rosario y a la reflexión misionera. Es un tiempo en que la Iglesia nos recuerda la importancia de la lucha espiritual y la necesidad de estar vigilantes ante lo que pasa y se desvanece. En este contexto, San Miguel Arcángel se presenta como guía, defensor y compañero en el camino hacia la preparación para la eternidad.

Cada uno de nosotros lleva en el corazón preguntas sobre el sentido de la vida, su propósito y su fin. Estas preguntas no son señales de debilidad, sino de profunda sensibilidad espiritual. Queremos saber: ¿Para qué vivo? ¿Hacia dónde voy? ¿Qué quedará cuando todo lo demás desaparezca? ¿Cuál es el verdadero valor de mi vida en la perspectiva de la eternidad?

El mundo actual ofrece respuestas superficiales: “Tener, poseer, conquistar, asegurarse”. Pero ninguna de estas cosas llena el alma. Una persona puede tenerlo todo y sentirse vacía. Puede estar rodeada de gente y sentirse sola. Puede ser admirada y estar perdida en su interior. El éxito exterior no puede reemplazar la paz interior.

San Miguel Arcángel nos recuerda que la vida es una batalla espiritual, y la recompensa es la eternidad. No es una metáfora, es una realidad espiritual. San Miguel no lucha con espada de hierro, sino con el poder de Dios, defendiendo nuestras almas del orgullo, egoísmo, pecado y tentación de vivir sin Dios. Nos enseña a discernir lo que realmente conduce a la salvación.

Él muestra que la verdadera fuerza no está en lo que tenemos, sino en Aquel que habita en nuestro corazón. Nuestra esperanza no está en el mundo, sino en Jesucristo, que venció la muerte y abrió el camino a la vida eterna. Solo en Él la vida tiene sentido: vivir para amar a Dios y al prójimo, y así alcanzar la gloria del cielo.

Cuando enfrentamos debilidades, miedos y pecados, San Miguel nos ayuda. Recuerda que no estamos solos, que Dios pelea por nosotros. Nos invita a confiar. En Jesucristo tenemos un Salvador que dio su vida para que no perezcamos, sino que tengamos vida eterna.

Por eso, la oración a San Miguel es hoy esencial. No solo pedimos protección, sino luz y valentía para vivir en la verdad, sin miedo a la muerte y listos para el encuentro con Dios. En tiempos de miedo, guerra y confusión, necesitamos un guía que nos conduzca a la luz.

San Miguel nos acompaña para que no desperdiciemos el tiempo que se nos dio, sino que lo vivamos a la luz de la eternidad, eligiendo el bien y la fidelidad al Evangelio. Nos ayuda a estar vigilantes y preparados, no solo para el fin del mundo, sino para nuestro encuentro con el Señor.

Que este octubre, con el rosario en la mano y San Miguel a nuestro lado, sea tiempo de renovación de fe y esperanza. Y cuando llegue el momento de partir, que él, Príncipe de los Ejércitos Celestiales, nos lleve seguro a la Casa del Padre.

Porque su grito, “¡Quién como Dios!”, no es solo un nombre, sino una declaración de fe y un recordatorio diario: no hay amor mayor que el que nos conduce a Dios.