Padre William Arias
Donde quiera que un creyente se mueva, debe llevar y hacer presente a Cristo
Hay un autor norteamericano: George Weigel, teólogo, politólogo y escritor, famoso por su libro “Testigo de la esperanza”, libro biográfico sobre Juan Pablo II, que en una de sus obras dice que la Iglesia, luego del Concilio Vaticano II, ha optado por el criterio de la misión más que por los criterios institucionales.
Pero en sí, la Iglesia no ha elegido esa línea de acción, sino que ésa es su línea de acción. Es aquello que el Papa San Pablo VI dijo, en su encíclica “Evangelii nuntiandi”, de que la Iglesia vive para evangelizar. En otras palabras: lo propio, lo esencial de la Iglesia es cumplir con la misión que le dejó Cristo, de ir por el mundo entero y anunciar el Evangelio: Misionar.
En este octubre que nos regala el Señor, la Iglesia quiere que los cristianos nos sensibilicemos, y no olvidemos nuestro objetivo principal. El buen Papa Francisco, siempre quiso que no olvidamos este precepto, y lo llevó tan lejos, que la reforma que emprendió para la curia vaticana, llevaba como base la misión de evangelizar, de que todo lo que se mueve en la Iglesia, ya sea como pueblo de Dios, o en su base institucional, es para la misión, es para hacer llegar el Evangelio a todos aquellos que lo necesitan o en su defecto, a los que no lo conocen.
Sabemos que han habido épocas en la historia de la Iglesia donde se ha dado este olvido. La Iglesia, solo se había quedado en sí misma, hacia dentro, en su talante institucional y clerical, como instancia dispensadora de servicios espirituales, y había pasado por alto, como decía Francisco, que es una Iglesia en salida, hacia fuera, dirigida a sus hermanos, sobre todo los más pobres y necesitados, no solo de la Palabra de Dios, sino también de esa palabra humana acogedora y capaz de rescatar su dignidad humana, muchas veces irrespetada, y liberarle de sus esclavitudes.
La historia de grandes santos y movimientos apostólicos, se enraíza principalmente en el deseo de hacer patente la misión que Cristo nos manda. Pero, lamentablemente, hoy día hay grupos y personajes poderosos dentro de la Iglesia, a los que le molesta y tratan de impedir el empuje y el accionar misionero que ella debe tener. Quieren que solo se vuelva hacia sí misma, se clericalice, se torne una simple dispensadora de sacramentos y custodia de la verdad, cuando dicha verdad es para ser proclamada a los cuatro vientos y por todas partes, y actualizada, como siempre ha querido el Señor.
Renovemos, pues, en este mes y siempre, nuestro espíritu misionero, que es el espíritu que debe prevalecer en la Iglesia. Nuestra Iglesia dominicana, a través de sus planes pastorales es lo que ha buscado en estos últimos tiempos, es lo que ha motivado en todos estos años a sus pastores y fieles, y es lo que debe seguir animando nuestro caminar en comunidad.
Donde quiera que un creyente se mueva, debe llevar y hacer presente a Cristo. Es la tarea y misión, pues no es un asunto de hablar mucho o de hacer muchas cosas, sino de salir y hacer lo que cada uno pueda y deba, con su testimonio, con su palabra, con los dones y carismas que el buen Dios ha puesto en nosotros.
Nadie que se diga seguidor de Cristo y miembro de la Iglesia, escapa a esta tarea. Estamos en la Iglesia, como dice un amigo mío, no para llenar un banco u ocupar un puesto, estamos para evangelizar, estamos para misionar.
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