HOJUELAS DE ESPERANZA
Mary Esthefany García
hojuelasdeesperanza@gmail.com
En la Pastoral de Salud, abordamos todas estas temáticas
La vida humana, desde su inicio hasta su fin natural, es un don sagrado de Dios. La Iglesia enseña que cada instante de la existencia —incluso en el sufrimiento, la enfermedad o la fragilidad— tiene un profundo valor y dignidad. En el rostro del enfermo y del moribundo reconocemos el rostro de Cristo sufriente, y por ello somos llamados a acompañarlos con amor, delicadeza y esperanza.
Vivir y morir sanamente desde la fe, significa asumir el dolor y la muerte no como fracaso, sino como parte del misterio pascual: una participación en la cruz de Cristo, que abre las puertas a la resurrección. Morir con fe no es rendirse, sino entregarse confiadamente en manos del Padre, como lo hizo Jesús.
“Aunque camine por valles oscuros, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo.” (Salmo 23,4)
Esta Palabra nos recuerda que, incluso en los momentos más difíciles y oscuros, no estamos solos. La experiencia del acompañamiento espiritual en la enfermedad nos muestra cómo la fe puede transformar el dolor en ofrenda, la angustia en esperanza, y la muerte en un encuentro con Dios.
Reflexión personal:
Acompañar a alguien en el último tramo del camino de su vida es un acto profundamente humano y divinamente cristiano. Cada rostro, cada silencio, cada oración compartida, es un testimonio de que el amor de Dios no abandona nunca.
Oración final:
Señor, enséñanos a vivir con fe, a aceptar el dolor con esperanza y a morir abrazados a tu misericordia. Que cada paso de nuestra vida, hasta el último, esté guiado por tu luz. Amén.