-Pedro Domínguez

Hace días publiqué en las redes: “El mundo, hoy escenario de llanto, de inteligencia emocional incapaz, de batallas, intolerancia y espanto,  a Dios gracias que aquí vivimos en paz”. Y si hacemos un recorrido por el planeta, los conflictos y las divisiones son comunes. La República Dominicana es de las excepciones.

Nos enfocaremos en América Latina, siendo enunciativos, no limitativos, reconociendo los serios problemas que enfrentan naciones europeas, asiáticas y africanas, con masacres, desplazamientos de cientos de miles de personas, migraciones y hambre. Pensemos en Ucrania, Palestina y Sudán.

En Argentina el presidente Javier Milei y la oposición, de mayoría “peronista”,  no se toman un mate ni al ritmo de tango. Los dimes y diretes son el pan de cada día. En Chile el presidente Gabriel Boric también nada en aguas turbulentas, con una oposición fuerte en el congreso, dominado por la derecha y la centroderecha. Entre ellos ni un vino del Valle del Maipo comparten.

En Brasil existe una profunda polarización ideológica que ha permeado su estabilidad.  Dos líderes políticos antagónicos dominan el escenario: Luiz Inácio Lula da Silva y Jair Bolsonaro. ¡Ni el fútbol los une! Lo de Venezuela es peor. O eres chavista radical o eres antichavista furioso, no hay término medio. Ni Simón Bolívar que resucitara logra que las partes enfrentadas se sienten a conversar con madurez.

En Colombia, con Gustavo Petro, su primer presidente de izquierda, las tensiones políticas son criticadas por las malas relaciones con la oposición y por el debacle interno en el partido que llevó a Petro al poder. Entre ellos no hay ballenato o cumbia que los anime a cantar juntos. En Bolivia, la fragmentación y los odios en la política y en todo el sistema judicial han debilitado su naciente democracia. Su presidente Luis Arce y su expresidente Evo Morales prefieren morir de hambre antes de que ambos degustar la misma salteña.

En Perú los presidentes duran poco y suelen  terminar en prisión o en algo peor. Su crisis institucional no tiene arreglo por el momento. Su presidenta, Dina Boluarte, es impopular, con una oposición dispuesta a todo, donde ni un apetitoso ceviche logra convocarlos para charlar. Panorama por igual crítico tenemos en Nicaragua, con un régimen que persigue a quien piensa distinto. Rubén Darío, desde su tumba, escribiría una nueva versión de “Lo fatal”.

Mientras que en nuestra hermosa patria, el presidente de la República y los expresidentes se reúnen, dialogan enfocados en el bienestar del país, en un ambiente de armonía y respeto. Por hechos así somos un símbolo de paz y un ejemplo de fraternidad para el mundo. Con nuestras naturales diferencias, bailamos acompasados merengues y bachatas.