El asunto haitiano

0
10

-Padre William Arias

A la hora de hablar de este tema hay que hacerlo como el que come pescado: con mucho cuidado, pues hay mucho en juego, demasiados intereses, susceptibilidades que pueden ser heridas, corrupciones y abusos, y miopía ante la situación.

 También posiciones políticas y gubernamentales que podrían ser encontradas, realidad haitiana triste ante un Estado fallido y una élite parasitaria que no permite el desarrollo del pueblo y salida a la situación. Hay visiones y noticias internacionales que solo ven el problema desde lejos y desde su óptica particular. ONGS que se benefician del asunto y otras que son la mano samaritana en el calvario haitiano, y más.

Hace unos años cuando comencé a escribir en este Semanario, escribí algo sobre esta situación (también escribí otro artículo sobre la misma problemática), comparándola con la parábola del samaritano de Lucas 10, 30-37

Escribía que esta parábola tiene su origen ante una pregunta que le hacen a Jesús: ¿Quién es mi prójimo? Para el judío este prójimo era otro judío, nada de extranjero, esos eran enemigos, sobre todo los de aquella región del norte llamada Samaria, de los cuales vivían separados de manera formal desde el siglo VI a.C., debido a cuestiones históricas. Al parecer dominicanos y haitianos, debido a cuestiones históricas vivimos separados, aunque compartimos el mismo territorio.

Jesús dice que un hombre judío fue asaltado, golpeado, maltratado, dejado casi muerto; pasaron algunos que podían auxiliarle, pero parece que por estar pendientes de sus asuntos no le atendieron, le dejaron como estaba: El pueblo haitiano a lo largo de su historia ha recibido bastantes maltratos, de las potencias extranjeras, como Francia, y también de una clase pudiente y política existente en su territorio, que más que ayudar al pueblo se ha servido de él para aumentar su caudal de poder y riqueza, mientras las grandes mayorías viven en la ignorancia y el hambre.

En la parábola, Jesús dice que sólo un samaritano, un enemigo, se detuvo, venda sus heridas, le llevó a una posada y pagó para que lo cuidasen: Hoy día el pueblo haitiano es reconocido en los ambientes del Pentágono como un estado fallido, donde nada se puede hacer, sino dejarlo a su suerte. Las naciones que pueden ayudarle se han olvidado de este pueblo, a nadie en el mundo le importa Haití, solo a nosotros y es porque sufrimos las consecuencias de su abandono. Nos toca a nosotros ser su buen samaritano, ya que se encuentra en nuestro camino. Hay toda una historia y una cultura que nos separan, pero como el samaritano tenemos y debemos de ir más allá de esa triste historia y por lo menos vendar las heridas de estos hermanos.

 Tal vez no tengamos para pagarle la posada, porque no somos una nación rica, como las tantas que hay en el mundo que ahora no se niegan, sino que se resisten a ayudar al hermano pueblo de Haití. Pero no debemos cruzarnos de brazos, ni ser indiferentes, menos echar mano de un nacionalismo rancio, de un chovinismo barato, ya que sonreímos y abrimos nuestras puertas y vendemos nuestra soberanía mediante tratados comerciales con naciones ricas y poderosas, y siendo un pueblo que se declara cristiano. nos cerramos ante nuestro prójimo haitiano que nos tiende las manos, no solo para que le demos una moneda en la calle, sino para que no nos olvidemos de su situación de pueblo, maltratado y abandonado en medio del camino que transitan los pueblos de esta tierra.