-Padre William Arias
La Pascua es el triunfo de la vida sobre la muerte, la victoria de Cristo sobre el pecado, aun no siendo pecador y cargando con los nuestros. Es tiempo de esperanza en la Iglesia, al ver a Cristo que surge victorioso de su tumba, parafraseando ese verso del pregón pascual. Es época de ilusión con el plan salvífico que ahora Dios tiene con la humanidad, y nos invita a ser misioneros alegres de esta buena noticia, que tiene como base la resurrección de su Hijo Jesús.
Esta Pascua 2025 nos llega en abril, el cuarto mes del año, y dentro del Jubileo de la Esperanza, convocados por el papa Francisco para esta celebración. Con ella, la esperanza se agiganta y nuevos nortes se abren para dar paso a la Palabra salvadora que Cristo nos ha dejado y que nos corresponde a nosotros anunciar. La nueva fuerza se hace sentir en la comunidad creyente, pues estamos renovados, ya que, después de cuarenta días y cuarenta noches, caminando por el desierto cuaresmal, entre sacrificios y penitencias, hemos llegado a nuestra meta y destino. A lo que nos inspiró a lanzarnos al desierto de nuestras vidas y convertirnos de corazón para ser mejores, viviendo en actitud pascual, hacia la Pascua eterna.
Tenemos ahora el compromiso de anunciar a Cristo resucitado. Habíamos comunicado al mundo su muerte, ahora corresponde anunciar que Él está vivo, al lado del Padre Dios y aguarda por nosotros, ya que lo que consiguió para sí, también lo consiguió para nosotros.
Si el compartir del Jesús pascual ha sido tan amplio y extensivo, así debe ser a partir de ahora nuestra cercanía con toda la humanidad, pues como decía el teólogo español, recién fallecido, Ignacio González Faus: Con Cristo ha surgido una humanidad nueva, a la cual ninguno de nosotros, si creemos en Él, debemos sustraernos. También ser partícipe de ella y hacer partícipe a los demás, a partir de dos realidades: solidarios con los necesitados —los pobres— y poniendo en práctica los valores del Reino.
El Papa Francisco nos habla de esa Iglesia en salida, que es lo mismo que esa Iglesia misionera, llamada a llevar la luz a los hombres y mujeres de este mundo en el anuncio del Resucitado; en otras palabras: llamada a irradiar esperanza. Debemos salir de nuestro mutismo eclesial, y a veces ideológico, anclados en formatos del pasado que ya no comunican nada de vida al mundo de hoy, pues no podemos ser personajes risibles, ni payasescos, con vestigios de un ideal pasado que nunca existió; sino hijos de Dios, lanzados a la vida por la resurrección, para que, por medio del Espíritu que Cristo resucitado nos ha dado, volver este mundo a Dios y hacerlo más fraterno, que fue por lo que el Hijo de Dios murió y ahora está resucitado.
Vivamos esta Pascua 2025 con esperanza. El buen Dios nos la regala. Seamos mensajeros alegres de la resurrección. Todo ha sido vencido en el misterio pascual en Cristo Jesús. Los problemas, incluso la muerte, no tienen poder sobre nosotros. Dios ha triunfado. El ideal de la plenitud del Reino nos espera. Esto es todo lo que tenemos que comunicar al mundo, pero sobre todo, asumirlo en nuestras vidas.
¡Feliz Pascua de Resurrección! ¡Jesucristo ha resucitado… y en verdad resucitó!